"Dejen Todo en mis Manos" es una magistral novela -escrita en plan de novela negra, pero es más que eso- del uruguayo Mario Levrero (1940-2004), autor casi desconocido para nuestro canon literario, pero no por ello menos fundamental en la historia de la literatura escrita en esta parte del continente. Autor de culto, recién a partir de su muerte se le comienza a descubrir y dar la importancia que realmente merece.
De Mario Levrero únicamente había leído reseñas entusiastas de Gustavo Faverón, Ivan Thays, No Future y el Puñalón, pero no fue hasta el almuerzo con éste último en el Ovalo Gutierrez (carajo! hace sólo años con el Puñalón nos íbamos de bar en bar hasta que la mañana o el bolsillo nos alcance, ahora almorzamos como dos viejas pitucas) cuando fuimos a la Librería El Virrey y me compelió a comprar el libro. Jamás 48 soles estuvieron mejor gastados (más los intereses de la maldita tarjeta de crédito).
El Inicio:
"-La novela es buena- dijo el Gordo, e hizo una pausa significativa-. Pero...
Podía habérmelo imaginado, porque sé desde hace unos cuantos años que mis novelas pertenecen a esa clase; buenas, pero... Los críticos se esfuerzan por clasificar mi literatura como perteneciente a tal o cual categoría, pero los editores son más realistas, y unánimes; hay una sola categoría posible para mi literatura: buena, pero..."
"Hay algo terriblemente culpable en el hecho mismo de ser uruguayo, y por lo tanto nos resulta imposible decir no clara, franca y definitivamente. Es preciso agregar un enorme palabrerío para justificar ese no, siempre y cuando lleguemos a pronunciarlo; más a menudo nos enredamos en transacciones complicadas, viciadas de irrealidad, que suelen conducir a desastres monumentales"
"El mensaje más claro quizás era: no nos hacen falta mártires; los mártires, a la larga, nunca sirvieron mucho"
"Dejé languidecer la conversación porque, como predicara William Blake, no es bueno cultivar deseos que no habrán de ser satisfechos. Lo sentí mucho; evidentemente yo le había caído bien, y ella realmente era un buen pedazo de mujer. Se llamaba Roxana o algo así. Adiós Muñeca"
2 comentarios:
Miralas... las señoritas miraflorinas hacen cosas productivs, en vez de estar dispilfarrando en dorados liquidos sus centavos... a ver si esa maldita gota por fin desaparece? Tomamos nota del libro.. Sigo pensando q el de la foto es un antiguo amigo de la universidad...
¿alguien dijo Wertheman?
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