domingo, 23 de noviembre de 2014

El rostro oculto de Shakespeare



Comencé a interesarme por Shakespeare al tiempo que descubrí el teatro. Antes de eso, mi conocimiento de la obra del ilustre inglés era meramente documental, vamos, de manual de colegio secundario.

Cuando pude ver "Ricardo III" en la magnífica adaptación de Chela de Ferrari en el Teatro La Plaza (con un extraordinario Miguel Iza como Ricardo III) fue como si una granada me hubiera estallado en plena cara. ¿Cómo era posible que alguien que había vivido hace más de 400 años pudiera conocer tan bien el alma humana y la cuota de maldad que reside en ella? Salí del teatro rumiando mi incertidumbre y con muchas más preguntas que respuestas.

Después, con "Hamlet" (adaptada por Jorge Chiarella en el Teatro Ricardo Blume) terminé de alucinar. El metarelato y la ubicua "cajas chinas" como técnica literaria ya era manejada con maestría por Shakespeare, en una historia compleja y retorcida como el alma humana.

Entonces, me topé con este pequeño libro de Bill Bryson (autor del best seller "Una breve historia de casi todo") y comenzamos acumulando mas incertidumbres que certezas sobre este maestro universal.

Retrato Chandos
Por ejemplo, el único retrato que se posee de Shakespeare (y del que aún se duda de su autenticidad) es uno que se le atribuye a un tal John Taylor y que es conocido como el "Retrato Chandos"). Aquí Shakespeare sale vestido todo de negro y con un coqueto aro en la oreja (lo que denotaría su caracter bohemio y disipado según Bryson). Sin embargo, este retrato difiere mucho de un busto que se le erigió después muerto en su iglesia local y también del que sus amigos editaron con la mayoría de sus obras unos años después de su muerte y que se conoce como el "first folio" (y gracias a este esfuerzo amical es que han llegado has nuestras manos aquellas obras inmortales que, de otra manera, se hubieran perdido para siempre).

Y es que sobre Shakespeare se sabe muy poco y son muchos más los episodios oscuros en su vida que los conocidos. Se supo que tuvo hijos, que escribió muchos poemas (algunos de ellos de un amor homosexual subliminado), que, a pesar de no haber salido nunca de de Inglaterra, la mayoría de sus obras están ambientadas en Italia y otros países de Europa, que no quiso mucho a su esposa (en su testamento le lega la "cama matrimonial" y algo más), que era actor y que escribía como un poseso, obra tras obra, de las cuales han llegado hasta nosotros solo unas cuantas.

Después, gracias al "first folio" se pudo conocer su magnífica calidad y tras ella llegaron los innumerables trabajos académicos de todos los tiempos (y que fácilmente llenarían cientos de bibliotecas) tratando de seguir la estela tan imperceptible de Shakespeare y llenando los claroscuros con múltiples conjeturas. No son pocos los académicos que se lanzaron de lleno a escudriñar los registros municipales y judiciales de Londres y alrededores durante los años que vivió Shakespeare (cientos de miles de folios) buscando alguna pista esperanzadora, algún pleito, algún juicio en el que estuviera metido William que pudiera arrojar más luces sobre su vida terrenal.

Sin embargo, quizás todos estos esfuerzos académicos estén condenados al fracaso y quizás nunca sepamos cómo era realmente el ser humano que pudo analizar y comprender tan bien el alma humana en sus múltiples y disímiles facetas. Y quizás sea mejor así. Quizás únicamente conozcamos plenamente a William Shakespeare cuando salgamos de algún teatro con más preguntas que respuestas dentro nuestro.

Portada del First Folio