lunes, 8 de junio de 2009

Esperando a Roncagliolo


Mi amigo Rosendo me la prestó sin mucha convicción, casi como deshaciéndose de ella. "Se extraña al narrador de 'Pudor'", me dijo escuetamente y abandonó la novela en mis manos.

Comenzé a leerla sin muchas expectativas, casi por obligación. Sin embargo, pasadas las primeras hojas, poco a poco, la historia de la nueva novela de Santiago Roncagliolo (Memorias de una Dama: Lima, Alfaguara, 328 páginas) comienza a agarrar vuelo y se deja leer con facilidad.

La novela narra la historia de un joven aprendiz de escritor que busca en España afirmar su vocación, la cual -en el Perú, su país de origen- corría el riesgo de convertirse en un hobby pasajero. El muchacho va en busca de cualquier trabajo que le permita subsistir mientras aguarda la oportunidad adecuada para escribir la novela que lo sacara del anonimato literario europeo. En esas anda cuando conoce a Diana Minetti, una millonaria dominicana y aristocrática que lo contrata para que -como negro literario- escriba sus memorias. La novela, a partir de entonces, desarrolla dos historias en paralelo: las peripecias del joven sudaca para subsistir en España e insertarse -arribista, en el puro sentido limeño de la palabra- en el mundillo literario español y la historia de la familia de la millonaria dominicana en plena dictadura de Trujillo, en donde se gestó una fortuna non santa que ahora reclama la vieja dama.

Sin duda la parte más lograda de la novela es aquella que relata el origen del poderío de la familia Minetti en la República Dominicana y las peripecias del joven escritor para desentrañar los oscuros hilos tejidos alrededor de esa madeja. La otra parte de la historia (aquella centrada únicamente en la vida del joven escritor y sus desventuras) es predecible y, muchas veces, aburrida, a pesar que desfilan en esta etapa como personajes Vargas Llosa y el mismo Roncagliolo, quien es tomado como el cliché del nuevo escritor famoso: pedante e insoportable ("A la cuarta cerveza, Roncagliolo, con su apellido ridículo y sus maneras de señorito, ya me caía bien: era lo que yo quería ser, era lo que quizás yo podría ser, era un amigo natural, un alma gemela del Paraguay").

En un anterior post sobre Roncagliolo comenté que había que esperar al muchacho. En esta novela, en efecto, se nota mucho más el nervio y el oficio y la técnica parece un problema resuelto, sin embargo, todavía se percibe que falta algo, un toque, un halo, quizás el sello imperceptible de los maestros.

Esta es la tercera novela de Roncagliolo, la tercera novela de Vargas Llosa fue Conversación en la Catedral.

Del Libro:

"Pero el problema real no era el dinero, sino la autoestima. Lima era en esos años una ciudad deprimida, donde cualquier ilusión corría el riesgo de ser detectada y aniquilada a la menor señal de vida. Y la prosperidad no cambiaba eso. Los pocos amigos con que aún me escribía eran socios menores en estudios de abogados, periodistas de televisión, guionistas de productoras transnacionales. Tenían autos y casas, algunos hasta esposas y putas y eso. Pero se quejaban igual. Todo les parecía horrible en Lima. Si les escribía que pensaba regresar, nadie me decía:
-Qué bueno, hermano, nos tomaremos unas cervezas.
Sino:
-¡Noooooo! ¿Estás loco? ¡Esto es una mierda! ¡Quédate en España!"

domingo, 7 de junio de 2009

LODAZAL



Detenido en el desconcierto
asumo el áulico aullido de las derrotas.
El lobo busca su natural religiosidad
contra la muerte.
Llueve la vida con asombro.
Llueve en los tapices de carne.
Llueve en los esperpénticos vueltos
enmascarando territorios de súplicas.
Hay humo.
Hay miedo.
Y las palabras explotan fastidiadas.

Y trepida una estrella.
(Jorge Pimentel, En el Hocico de la Niebla)


Domingo Rojo



La muerte en Bagua celebra la ineptitud de los políticos. Ha reclamado para sí vidas de ambos bandos. Por un lado, policías pagados con un sueldo miserable que no saben porqué dejan su sangre y sus anhelos regados en el piso. Por el otro, indígenas secularmente olvidados por el Estado y llevados a una confrontación inútil por obra y gracia de los politiqueros de siempre.

Al final, la muerte de pie y aplaudiendo, feliz.