domingo, 5 de mayo de 2013

El infierno tan temido


A mis alumnos de la Facultad de Derecho -sea cual fuere el curso en el que se matriculan conmigo- empezando el semestre, suelo darles un material de lectura obligatorio constituido exclusivamente por cuentos, relatos y poesía. Formalmente, la justificación es una evaluación de la comprensión lectora de mis inquilinos académicos para intuir los meandros por los que deambulan; en el fondo, es un intento quijotesco -Danny diría que inútil- de acercarlos a la literatura y alejarlos -al menos momentáneamente- de los insoportablemente aburridos manuales jurídicos.

También siempre, de manera inexorable, incluyo en el material que semestralmente selecciono, el magistral cuento "El infierno tan temido" de Juan Carlos Onetti, un sórdido recorrido por la maldad humana.

Este cuento -indudablemente una obra maestra de la literatura en nuestro idioma-, escrito por el maestro uruguayo en 1957, narra la historia de amor de Risso -un avejentado y mediocre periodista- y de Gracia César -una joven actriz, pero igual de mediocre-. En medio de una vida de pareja anodina y gris se abre de pronto un inmenso abismo oscuro que demuestra que el amor es impensable también sin una ración de odio ("El amor, mezclado con el odio, es tal vez lo que puede explicar el extraordinario sacrificio que se inflige a sí misma Gracia César para poder enviar esas fotografías." nos dice Vargas Llosa en su excelente ensayo sobre Onetti "El viaje a la ficción").

Poco a poco, luego de un divorcio igual de mediocre que sus protagonistas, Risso comienza a ser objeto de una venganza oscura por parte de Gracia César, quien, a cuenta gotas nos descubre a los lectores absortos, las más diversas y sutiles formas de  la maldad humana -encarnadas en inmundas fotografías-. Hacia el final, Risso se siente indigno de tanto odio -y de tanto amor también- y termina suicidándose luego que una de aquellas fotografías tenga como destinatario su pequeña hija.

Huelga decir lo desconcertados que quedan mis alumnos luego de ese breve descenso a los infiernos.


"¿Que es la maldad humana? ¿Un instinto autodestructivo que el sujeto desvía hacia el prójimo para evitar que lo asfixie y lo liquide? ¿La manifestación de oscuro trauma de infancia que empuja a quien lo ha vivido a desagraviarse a sí mismo infligiendo a los demás el sufrimiento que él ha padecido y sigue padeciendo y del que hace responsable a la humanidad entera? ¿Una congénita e incurable enfermedad del alma con la expiamos la falta original, esa impía desobediencia con que ejercitamos la libertad con que nos ha dotado nuestro Creador? Hay muchas definiciones, religiosas y laicas, y todas son insuficientes en el plano teórico. Pero en algunos casos excepcionales, como en el de El infierno tan temido, la literatura ha sido capaz, sin necesidad de definirla, de mostrar esa representación del mal que nos habita y que, en determinadas circunstancias, reaparece una y otra vez en las relaciones humanas como una amenaza permanente a la convivencia entre personas, razas, sociedades y culturas y fuente nutricia de las peores catástrofes de la historia" (Mario Vargas Llosa, El viaje a la ficción)

jueves, 18 de abril de 2013

Close to me (The Cure en Lima, 17 de abril de 2013)


Es difícil acercarse a las leyendas. 

Cuando uno se enfrenta por fin a ellas, basta muy poco -un pequeño error, algún disfuerzo involuntario- para que la magia acabe y el encantamiento tan religiosamente cultivado por años -y hasta décadas- se desvanezca y lo que se rompió ya jamás vuelva a unirse.

Sin embargo, nada de eso ocurrió ayer miércoles en el Estadio Nacional de Lima. Las casi cuarenta mil personas que asistimos en disciplinada procesión nos encontramos cara a cara con la leyenda de Mr. Robert Smith y el grupo sobre el cual se asienta gran parte del soundtrack de nuestra vida y ésta salió indemne. Fortalecida. Revitalizada. Única. Ya por siempre leyenda. 

Y es que The Cure, hecho a semejanza de Robert Smith y forjado en un altar oscuro repleto de guitarras melancólicas y depresivas pero a la vez -tremenda paradoja- alegre y vital, fue siempre un referente musical para aquellos que durante las décadas de los '80 y 90' transitamos por los difíciles senderos de la adolescencia y juventud. Ahora ya maduros -cuando nos pagamos nuestros propios vicios pero hay cada vez menos cuerpo para gozarlos- siempre es una buena noticia comprobar que los sueños -repletos de música- están, por algunos momentos, al alcance de la mano.

El concierto empezó minutos antes de las nueve de la noche. Las luces se apagaron y mientras la gente seguía llegando al Estadio Nacional -que demoró en llenarse producto de nuestra nacional impuntualidad- Robert Smith y compañía se apoderaron de un escenario austero y comenzó el viaje que nos llevaría treinta años atrás, cuando éramos felices e indocumentados.

Las canciones se sucedían una y tras otra y Mr. Smith demostró que lo suyo es el rock como una forma -coherente- de vida, sin ningún aditamento innecesario ni tampoco ninguna concesión sensiblera (no hubo ningún "te amo Lima" ni tampoco sonrisas envueltas en una bandera rojiblanca); apenas, entre canción y canción, unos tímidos "gracias" daban cuenta de la entrega de uno de los más importantes frontman de la historia del rock. Durante las tres horas y treintitrés minutos que duró el concierto, The Cure tocó 41 canciones que no dejaron indeferente a nadie y satisfizo a todos los gustos, desde aquellos que fueron al concierto únicamente con un "Greatest Hits" bajo el brazo, hasta aquellos devotos seguidores -nosotros- que   solemos escuchar -una y otra vez- los eternos discos de una de nuestras bandas favoritas.

The Cure puso a prueba la resistencia de sus fanáticos y si bien es cierto gran parte del público -otra desgracia nacional- se mostraba apático y desinteresado cuando el set más denso y duro (pero también el más pulcro y profesional) de la música de los ingleses se desarrollaba -el cual, fácil, duró más de una hora- había un sector minoritario que en silencio respetuoso apreciaba el oscuro engranaje que producía tan singulares melodías.

Siempre será una magnífica noticia descubrir que todo aquello que se dice alrededor de una leyenda es rotundamente cierto. Los que ayer acompañamos a The Cure podemos dar fe de ello.

PD: Honor y gloria al herbario cusqueño que permitió sobradamente que Danny, Gonzalo y yo siguiéramos a la Cura en su viaje hasta la estación final.     



SETLIST
1. Open
2. High
3. The End of the World
4. Lovesong
5. Push
6. In Between Days
7. Just Like Heaven
8. From the Edge of the Deep Green Sea
9. Pictures of You
10. Lullaby
11. Fascination Street
12. Sleep When I’m Dead
13. Play for Today
14. A Forest
15. Bananafishbones
16. The Walk
17. Mint Car
18. Friday I’m in Love
19. Doing the Unstuck
20. Trust
21. Want
22. The Hungry Ghost
23. Wrong Number
24. One Hundred Years
25. End
Encore:
26. The Kiss
27. If Only Tonight We Could Sleep
28. Fight
Encore 2:
29. Plainsong
30. Prayers for Rain
31. Disintegration
Encore 3:
32. Dressing Up
33. The Lovecats
34. The Caterpillar
35. Close to Me
36. Hot Hot Hot!!!
37. Let’s Go to Bed
38. Why Can’t I Be You?
39. Boys Don’t Cry
40. 10:15 Saturday Night
41. Killing an Arab

       






sábado, 6 de abril de 2013

¿BAILAMOS? (New Order en Lima, 05 de abril de 2013)



Debo confesar que nunca fui un adicto a la música de New Order. No la pedía en las fiestas de la universidad y tampoco la bailaba frenético en las discotecas cuando los tragos y los puchos ya habían hecho su trabajo y cualquier excusa era buena para dejarse el alma en la pista de baile. Tampoco eran una  presencia sempiterna entre mis discos, y sin embargo, siempre consideré a Joy Division y a Ian Curtis como pilares fundamentales de la evolución que el rock sufrió después de la explosión punk.

Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, el de ayer fue un concierto excepcional. El grupo de Manchester cumplió con creces las expectativas que miles nos habíamos formado y en poco más de una hora y media hizo un repaso de más de 35 años de historia musical. Gracias a la maravilla de la música (y en especial de la música en vivo) fuimos transportados, en un viaje electrónico, a los inicios del post punk y la era industrial en el rock. No importó mucho que Peter Hook (el bajista original y quien se negó a participar de la reunión de la banda) no estuviera presente, igual se tenía a Sumner en la guitarra y a Stephen Morris en la batería (mención aparte para Morris, quizás uno de los mejores bateristas de los '80).

Estuvimos adelante en el concierto (gracias a que, por unos momentos con Danny, nos convertimos en parte del equipo de producción) y mientras llegábamos al Estadio Monumental, en medio del tránsito infernal de Lima, nuestro taxi se atascó con el minibus que llevaba a la banda al concierto. Por la ventana vimos a una asustada Gilian Gilbert preguntándose seguramente qué catástrofe nacional estaba originando tremendo embotellamiento.

Bailamos, saltamos y coreamos sus canciones. Fue una inmejorable oportunidad de reconciliarme con New Order y con  la música que ellos representan. Desde ahora, cuando esté medio borracho en una discoteca, jamás me perderé una de sus canciones.

Forever Joy Division. Forever New Order.


SETLIST:

Elegia
Crystal
Regret
I'll stay with you
Ceremony
Age of consent
Isolation (Joy Division)
Your silent face
Waiting for te sirens's call
Krafty
Bizarre love triangle
586
True Faith
The perfect kiss
Blue monday
Temptation

ENCORE:
Atmosphere (Joy Division)
Transmission (Joy Division)
Love will tear us apart (Joy Division)



viernes, 1 de febrero de 2013

El abogado que valía la pena




Soy abogado. Es la profesión que elegí para ganarme la vida y me declaro -siempre-culpable de ello. Sin embargo, soy absolutamente inocente de mis colegas, de esos -lamentablemente- muchos encorbatados (as) que pululan por nuestras ciudades (en realidad, por cualquiera, pero en la nuestra mucho más) sin haber leído nunca algún libro que no fueran sus aburridos tratados de derecho y sus insufribles códigos procedimentales. De esa manada de borregos iletrados que pululan por la vida recitando de memoria sus códigos civiles (o penales, o de lo que fuera, que más da), creyendo -ingenuamente- que la vida puede estar comprimida en unos cuantos artículos y capítulos.  De esos (as) hay que alejarse como de la peste, sin más.

 Sin embargo, hoy no quiero hablar de ellos. No valdría la pena. No. Hoy quiero hablar de un extraño -y feliz- descubrimiento. No todo es canícula y sopor en este aletargado verano limeño. A veces un libro te puede reconciliar con la vida y con tu profesión. O con ambas. Se trata del alemán Ferdinand Von Schirach. Abogado. Criminalista. Y escritor.

 
Encuentro su segundo libro "Culpa" (Salamandra, 2012) en el escritorio de Gustavo (otro abogado). Lo ojeo, intrigado. Encuentro un epígrafe de Aristóteles ("Las cosas son como son") y no necesité nada más. Hay amor a primera vista. Lo busco en librerías y cuesta encontrarlo. En Crisol me asaltan con sesenta soles pero los pago gustoso. Me voy a Cerro Azul y a las seis de la mañana frente al mar (muriéndome de frío, dicho sea de paso) lo leo de un tirón. Tremendo libro. Tremendo abogado. Tremendo Escritor.

Después me entero de algunas cosas. Que Ferdinand Von Schirach nació en Munich, en 1964. Que estudió Derecho en Bonn. Que su abuelo fue Baldur Von Schirach, descendiente una rancia aristocracia prusiana y nazi convicto y confeso, condenado a prisión en Nuremberg. Que su primer libro "Crímenes" (Salamandra, 2011) fue bestseller en Alemania durante un año y ha sido traducido a más de treinta idiomas. Que no le gusta dar entrevistas y menos hablar de su abuelo nazi. Que no está en Wikipedia. Que en un relato suyo, para resolver el asesinato, el comisario aconseja seguir el dinero o el esperma. Que dice cuando le preguntan por sus libros: "todo el mundo tiene un lado oscuro y otro luminoso".

Baldur Von Schirach, abuelo de escritor, con las juventudes hitlerianas

Tanto "Crímenes" como "Culpa" son recopilaciones -ensalzadas y revueltas por la magia de la literatura, hay que decirlo- de los más de setecientos casos verdaderos que Von Schirach ha patrocinado como abogado criminalista. Son pequeños relatos escritos con una prosa austera y sobria. Imparcial. No se juzga. No se absuelve o se condena. Simplemente se exponen los hechos. Y también las sensaciones. Los seres humanos son diseccionados en toda su miseria (y también en todo su esplendor) en estas pequeñas historias. He aquí un abogado que realmente vale la pena.


"Yo cuento las historias se asesinos, traficantes de drogas, atracadores de banco y prostitutas. Todos tienen su historia y no son muy distintos de nosotros. Nos pasamos la vida danzando sobre una fina capa de hielo; debajo hace frío, y nos espera una muerte rápida. El hielo no soporta el peso de algunas personas, que se hunden. Ése es el momento que me interesa. Si tenemos suerte, no ocurre nada y seguimos danzando. Si tenemos suerte" (Crímenes, prólogo)

lunes, 28 de enero de 2013

El poeta que amaba la vida

Antonio Cisneros en la caricatura de Carlín

Gustavo insistió que fuera. No quería hacerlo. El centro de Lima -en especial en verano- es algo que suelo evitar si puedo hacerlo. Sin embargo, cuando mencionó una exposición sobre Antonio Cisneros no tuve argumentos para resistirme. Uno de nuestros mayores poetas. Aquel que conocí -por sus libros- desde la universidad. Acepté y trepé en un taxi. Cuando salí, con el corazón hecho un nudo, el calor y el endemoniado tráfico ya no importaban.



La exposición se llama "El poeta que amaba la vida" y está organizada por la hija del poeta, Soledad Cisneros. Se exhibe en el Centro Cultural Inca Garcilaso de la Cancillería. Es una recopilación de fotos, textos y poemas de y sobre Antonio Cisneros. De sus objetos personales, los juguetes que coleccionaba, sus agendas donde anotaba algunas ideas dispersas que luego se convertirían -seguramente- en poemas o crónicas.




  Como todo en el mundo de la poesía, en la exposición cada uno debe de encontrar su particular sintonía con las imágenes que pueblan los textos, con la sincopada armonía de las palabras elegidas. Antonio Cisneros fue, sin duda alguna, uno de los mayores artesanos de la palabra escrita en la larga tradición de poetas que tiene el Perú. Su partida fue dolorosa, pero aun nos quedan sus libros. Visitarlos y leerlos de vez en cuando es, sin duda alguna, uno de los mayores homenajes que podemos hacerle.



Imágenes de los artículos personales del poeta

La exposición me alegro el día.
Estuve inusitadamente contento mientras de regreso paseaba por Quilca buscando algunos libros del poeta que me faltaban. No encontré todos los que buscaba, pero aun así la sonrisa boba no se me borraba del rostro.




Después, almorzando en el Cordano -insuperables los tallarines verdes con bistec apanado-, creo que no le agradecí suficientemente a Gustavo que haya insistido en que fuera. Gracias maestro, te debo una. El sábado nos la cobramos.


domingo, 27 de enero de 2013

Antes o después


De un modo o de otro, algunos amigos -conocidos y desconocidos- me han hecho caer en cuenta que esta pequeña bitácora ha estado desatendida y olvidada ya por mucho tiempo.

Y es que cuando uno quiere, puede encontrar excusas para (casi) todo. El trabajo, el tiempo, los estudios, o, más sinceramente, el puro y sencillo desgano. El miedo a acercarse (de nuevo) a la hoja en blanco y no saber qué esperar, a qué nuevos demonios enfrentarse. Esa extraña sensación de alteridad, de ser otro mientras las palabras, ideas y sensaciones van fluyendo, adquiriendo forma de la nada. Es un placer extraño. Mezcla de goce y dolor.

El tiempo (sobretodo en la época que corre) pareciera que transcurre más de prisa. Ahora ya (casi) nadie escribe en blogs. Sepultado por las inmediatez de las demás redes sociales (Facebook, Twitter), el discurso (más o menos) pensado y articulado ha dejado de tener algún interés. No existe demanda, por lo tanto la oferta ha expirado.

Decía el viejo Borges que es de caballeros siempre luchar por causas perdidas. Yo no soy caballero ni mucho menos (carezco de talento y voluntad para serlo), pero a Borges hay que creerle, así que emprenderé mi personal cruzada. Imagino que estará condenada al fracaso, será inútil. O quizás no.

Entonces, y a contracorriente de la coyuntura, vuelvo por estos lares (cibernéticos). Ahora escribiré por puro gusto, para mí. Para mí y las tres o cuatro personas que alguna vez me lo pidieron.

Ahí vamos.