A mis alumnos de la Facultad de Derecho -sea cual fuere el curso en el que se matriculan conmigo- empezando el semestre, suelo darles un material de lectura obligatorio constituido exclusivamente por cuentos, relatos y poesía. Formalmente, la justificación es una evaluación de la comprensión lectora de mis inquilinos académicos para intuir los meandros por los que deambulan; en el fondo, es un intento quijotesco -Danny diría que inútil- de acercarlos a la literatura y alejarlos -al menos momentáneamente- de los insoportablemente aburridos manuales jurídicos.
También siempre, de manera inexorable, incluyo en el material que semestralmente selecciono, el magistral cuento "El infierno tan temido" de Juan Carlos Onetti, un sórdido recorrido por la maldad humana.
Este cuento -indudablemente una obra maestra de la literatura en nuestro idioma-, escrito por el maestro uruguayo en 1957, narra la historia de amor de Risso -un avejentado y mediocre periodista- y de Gracia César -una joven actriz, pero igual de mediocre-. En medio de una vida de pareja anodina y gris se abre de pronto un inmenso abismo oscuro que demuestra que el amor es impensable también sin una ración de odio (
"El amor, mezclado con el odio, es tal vez lo que puede explicar el extraordinario sacrificio que se inflige a sí misma Gracia César para poder enviar esas fotografías." nos dice Vargas Llosa en su
excelente ensayo sobre Onetti
"El viaje a la ficción").
Poco a poco, luego de un divorcio igual de mediocre que sus protagonistas, Risso comienza a ser objeto de una venganza oscura por parte de Gracia César, quien, a cuenta gotas nos descubre a los lectores absortos, las más diversas y sutiles formas de la maldad humana -encarnadas en inmundas fotografías-. Hacia el final, Risso se siente indigno de tanto odio -y de tanto amor también- y termina suicidándose luego que una de aquellas fotografías tenga como destinatario su pequeña hija.
Huelga decir lo desconcertados que quedan mis alumnos luego de ese breve descenso a los infiernos.
"¿Que es la maldad humana? ¿Un instinto autodestructivo que el sujeto desvía hacia el prójimo para evitar que lo asfixie y lo liquide? ¿La manifestación de oscuro trauma de infancia que empuja a quien lo ha vivido a desagraviarse a sí mismo infligiendo a los demás el sufrimiento que él ha padecido y sigue padeciendo y del que hace responsable a la humanidad entera? ¿Una congénita e incurable enfermedad del alma con la expiamos la falta original, esa impía desobediencia con que ejercitamos la libertad con que nos ha dotado nuestro Creador? Hay muchas definiciones, religiosas y laicas, y todas son insuficientes en el plano teórico. Pero en algunos casos excepcionales, como en el de El infierno tan temido, la literatura ha sido capaz, sin necesidad de definirla, de mostrar esa representación del mal que nos habita y que, en determinadas circunstancias, reaparece una y otra vez en las relaciones humanas como una amenaza permanente a la convivencia entre personas, razas, sociedades y culturas y fuente nutricia de las peores catástrofes de la historia" (Mario Vargas Llosa, El viaje a la ficción)
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