domingo, 14 de setiembre de 2008

Cosecha Roja



Con el libro “Sendero. Historia de la Guerra Milenaria en el Perú” (Lima, Editorial Planeta, 2008, primera edición, dos mil ejemplares. 426 páginas), Gustavo Gorriti salda una vieja deuda con el periodismo de investigación peruano y sale bien librado.

Se hacía extrañar una historia seria, documentada y objetiva sobre el inicio de la guerra fraticida desatada por Abimael Guzmán y Sendero Luminoso y prohijada –a base de desatinos, ignorancia y mala fe- desde el Estado Peruano por ineptos dirigentes y gobernantes. Qué lejos esta narración pletórica de datos y fuentes fidedignas de aquella otra donde la leyenda y la ficción tomaban las riendas y –a falta de argumentos- terminaba recurriéndose a la “fuerza” jedi para explicar la mística, fría y sanguinaria, de los senderistas (¿Sí o no Roncagliolo?).

Este libro es en realidad una reedición del que se publicó por primera vez en julio de 1990, en plena guerra desatada y donde los muertos –de ambos bandos, pero la mayoría sin saber por qué- abultaban las cifras y los cementerios de todo el Perú.

Gustavo Gorriti fue reportero de Caretas desde el inicio de la guerra y, por lo tanto, testigo de excepción de los primeros estragos que dejaba un conflicto armado que, poco a poco, fue creciendo en intensidad, violencia y víctimas. Gorriti es puntilloso con el dato y exigente con las fuentes, sin que por eso su libro se convierta en un pesado manual de antropología o sociología, el cual se deja leer de un tirón, con avidez, sorpresa y espanto -todo en ese orden-

El libro relata los inicios del grupo marxista-leninista-maoísta (lejos estaba aún El Pensamiento Guía del presidente Gonzalo) denominado "Sendero Luminoso" (abreviatura de "Por el Luminoso Sendero de José Carlos Mariátegui") y de su mentor, el regordete Abimael Guzman Reynoso, un oscuro profesor de filosofía que, poco a poco, con la envidiable perseverancia de los fanáticos iluminados, fue construyendo un partido político, su brazo armado y su ideología. El libro culmina con la derrota de la democracia cuando el poder civil (encarnado entonces por el venerable anciano Belaunde) entrega a los militares el control de la principal zona de conflicto armado -Ayacucho-. Huelga decir que a partir de ese instante la guerra creció en intensidad y víctimas.

Imprescindible para comprender la guerra que sacudió los cimientos sociales de nuestro país, su lectura es obligada para no repetir los errores que ayudaron a su crecimiento y desarrollo. Sin embargo, y tal como están las cosas actualmente, creo que hemos aprendido poco sobre las condiciones que nos llevaron -como sociedad, como grupo humano- al borde del precipicio. Lamentablemente, estamos en condiciones de dar el paso adelante.

1 comentario:

Fernando Murillo Flores dijo...

Maestro: Realmente si no cuidamos de nuestra sociedad y sus problemas con las herramientas que nos da la democracia y el comportamiento ético, el paso lo pueden dar, en cualquier momento, quienes sean los olvidados de siempre.
Te comento que compre el libro en la edición que muestras y comentas y, sin desmerecer el texto, que en realidad es una nueva edición, he quedado sorprendido por los errores tipográficos que tiene el libro. Debieron haber tenido mayor cuidado en la edición.