viernes, 27 de febrero de 2009

Historia de una Ida y una Vuelta (Machu Picchu)

Imaginen que los convocan para una reunión de trabajo multidisciplinaria de esas que abundan. Ya saben, discursos por acá, frases por allá, bostezos disimulados y otros no tanto, cabeceadas insolentes y llenas de verguenza ajena. En fin, lo usual y común en este tipo de reuniones.
Imaginen ahora, sin embargo, que luego de la aburrida reunión tienen la oportunidad de subir por un sendero serpenteante -así, como si nada- y encontrarse de frente con esa majestuosidad humana y natural llamada Machu Picchu. Imaginen que no hay casi nadie en ella -por lo avanzado de la tarde-. Que la tienen para ustedes solitos. Imaginen recorrer sus angostos senderos y oler la hierba fresca, recien bañada por la lluvia. Imaginen que palpan con sus manos las inmensas piedras ordenadas simetricamente y se preguntan qué hombres fabulosos participaron en su construcción, cuántas vidas se perdieron en levantarla de la nada, qué misteriosos secretos aún encierra. Imaginen que pueden sentarse un momento en sus inconmovibles cimientos (no importa si el terno se ensucia) y pensar en nada, dejándose llevar por su inaudito paisaje de maravilla descubierta. Imaginen que sienten -literalmente- que eso de la energía que emana este santuario es cierta. Imaginen que no quieren regresar y piensan -por un momento- en desertar del grupo con el que vinieron, buscando fundirse con esa enormidad verde y pétrea.
Imaginen que todo esto -y más- hizo este humilde servidor la semana pasada.


La ciudad de Aguas Calientes, implantada osadamente (varios huaycos ya dieron cuenta de ella en el pasado) en las faldas de las montañas que circundan Machu Picchu y cuya única razón de ser reside en el hecho del comercio que se genera con el turismo a este santuario inca.

Tren al Sur (pero no de Perú Rail)

El monstruo de cemento creciendo desordenadamente, sin orden ni concierto alguno.

viernes, 20 de febrero de 2009

Onetti, Borges y el Premio Cervantes


Cuando uno lee el último ensayo de Mario Vargas Llosa (El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti) se entera de cosas fenomenales. Por ejemplo, el surrealista encuentro de Jorge Luis Borges y Juan Carlos Onetti en una cervecería de Buenos Aires. Uno no conocía personalmente al otro y aunque sabían mutuamente de la existencia de sus obras, secretamente, rumiaban su desconfianza.

Emir Rodriguez Monegal los presentó y señala que Onetti se encontraba más hosco y lúgubre que de costumbre. Casi no habló en toda la reunión y cuando lo hizo fue para espetar secamente: "¿Pero qué ven ustedes en Henry James?" (uno de los autores preferidos de Borges).

Borges acusó el golpe y tuvo la oportunidad de devolverlo cuando, en 1981, fue jurado del Premio Cervantes en España. En la votación final, entre Octavio Paz y Juan Carlos Onetti, votó por Paz. Cuando lo entrevistaron sobre el porqué de su elección, respondió flemáticamente:

-¿Cuál era su reparo a la obra de Onetti?
-Bueno, el hecho que no me interesaba. Una novela o un cuento se escriben para el agrado, si no no se escriben [...] Ahora, a mí me parece que la defensa que hizo, de él, Gerardo Diego, era un poco absurda. Dijo que Onetti era un hombre que había hecho experimentos con la lengua castellana. Y yo no creo que los haya hecho. Lo que pasa es que Gerardo Diego cree que Góngora agota el ideal en literatura, y entonces supone que toda obra literaria tiene que tener su valor y tiene que ser importante léxicamente, lo cual es absurdo. Ahora si Gerardo Diego cree que lo importante es escribir con un lenguaje admirable, eso tampoco se da en Onetti".


Y después se cree que los conflictos entre escritores es un problema de andinos y criollos.

Onetti recibiendo el Cervantes en 1981, sin el voto de Borges

El maestro y su último mensaje para la humanidad (y para los seguidores de Borges)

viernes, 13 de febrero de 2009

En Defensa de Tom Waits (a propósito de San Valentín y Christmas Card from a Hooker in Minneapolis)

La verdad sea dicha: Tom Waits (EE.UU, 1949) es un inmenso compositor e intérprete -quizás el último de los auténticos salvajes- de esos que escuchas y -como el perro de Pavlov- comienzas a salivar instintivamente buscando una copa y un cigarrillo.

Sin embargo, desde que lo descubrí, he escuchado opiniones divididas sobre este magistral crooner: desde que es un tremendo fiasco, un cantante de moda para intelectuales aburridos, de esos que con solo ponerlos en los playlist aumentan el prestigio de tu Ipod, hasta que su voz se parece a la de Dios si éste alguna vez se fuera de bares y putas y tuviera un piano al frente.

Definitivamente pertenezco a la legión de estos últimos, para quienes Waits no hace más que musicalizar el fracaso de los seres humanos (el amor también lo es, aunque nos guste la idea de lo contrario), convirtiendo en canciones la desazón y las historias tristes con finales siempre infelices. La senda del perdedor, que le dicen. Tom Waits posee una voz cargada de alquitrán y alcohol que la hace inconfundible, una voz rasposa, invasiva, estremecedora.

Claro que existen muchos Waits y aquel que grabó el magistral disco inaugural Closing Time (1973) no es igual al de Orphans (2006). Mucha agua y experimentación ha corrido bajo el puente. Cada fiel seguidor de Waits, de seguro, tendrá sus preferencias y su panteón privado. Personalmente me quedo con su primera época, la de sus primeros discos (pienso en The Heart of the Saturday Night, Small Changes, Blue Valentine, por ejemplo), donde Waits juguetea con su voz y pasa del jazz más ácido al blues más desgarrador. Este es el Waits que me deslumbra, al que siempre vuelvo y que defiendo con whisky y cigarrillos.

(Siempre guardo con cariño los dos primeros discos de Waits que compré en una rebaja en el FNAC de Madrid, pues me hacen acordar a esa hermosa ciudad mucho más que cualquier foto o postal que traje de vuelta)

Mañana 14 de febrero me volveré a alejar de huachaferías sonoras, pondré algunos de mis viejos discos de Waits (el Closing Time o The Heart... serían una buena elección), serviré dos copas de ron, mandaré a las niñas a dormir temprano y me consideraré afortunado si mi mujer decide bailar conmigo.

I HOPE THAT I DONT FALL IN LOVE WITH YOU
Well I hope that I don't fall in love with you
'Cause falling in love just makes me blue,
Well the music plays and you display
your heart for me to see,
I had a beer and now I hear
you calling out for me
And I hope that I don't fall in love with you.

Well the room is crowded, there's people everywhere
And I wonder, should I offer you a chair?
Well if you sit down with this old clown,
take that frown and break it,
Before the evening's gone away,
I think that we could make it,
And I hope that I don't fall in love with you.

Now the night does funny things inside a man
These old tomcat feelings you don't understand
I turn around and look at you, you light a cigarette
Wish I had the guts to bum one, but we've never met
And I hope that I don't fall in love with you

I can see that you are lonesome just like me,
and it being late, you'd like some some company,
Well I've had two, I look at you,
and you look back at me,
The guy you're with has up and split,
the chair next to you's free,
And I hope that you don't fall in love with me.
And I hope that you don't fall in love with me.

Now it's closing time, the music's fading out
Last call for drinks, I'll have another stout.
Turn around to look at you,
you're nowhere to be found,
I search the place for your lost face,
guess I'll have another round
And I think that I just fell in love with you. (Closing Time, 1973)


The Heart of the Saturday Night, quizás el mejor disco del maestro

jueves, 5 de febrero de 2009

Biblioteca Mario Vargas Llosa de El Comercio

Siempre es una buena noticia el hecho que se difundan libros poniéndolos al alcance de la gente a precios accesibles. Y si los libros son de una figura mayor como Mario Vargas Llosa, la buena noticia es doble.

El diario El Comercio (al igual que El Clarín en Argentina) acaba de poner en circulación la Biblioteca Mario Vargas Llosa con la cual, a lo largo de cada semana, ofrecerán 15 títulos de este genial escritor a un precio más que razonable por la calidad de la edición (Alfaguara): S/18.00 ("te lo gastas en cualquier vanidad de la vida, varón").

Este jueves 05 ha aparecido el primer título de esta colección: La Fiesta del Chivo (2000), una de las mejores novelas del escritor peruano en muchos años. Claro que no todo es perfecto, pues se esperaba que incluyeran en esta colección la obra ensayística y periodística de Vargas Llosa (como sí lo hicieron en Argentina) que sin duda también están a la altura de su producción ficcional.

No pensaba comprar la totalidad de los libros que conforman esta colección (la mayoría las tengo en la biblioteca) pero finalmente me animé por la calidad y el cuidado de la edición (tapa dura).

Una inmejorable oportunidad de acercarse ('aproximarse' dirían mis queridos cobradores de combi) a la obra de este fenomenal autor.

"Urania. No le habían hecho un favor sus padres; su nombre daba la idea de un planeta, de un mineral, de todo, salvo de la mujer espigada y de rasgos finos, tez bruñida y grandes ojos oscuros, algo tristes, que le devolvía el espejo". (del inicio de La Fiesta del Chivo).

martes, 3 de febrero de 2009

Canalladas Literarias


Con los libros de Jaime Bayly ocurre una cosa curiosa, sobretodo en Lima (ciudad hipócrita donde las haya). Nadie declara públicamente que los lee. Da mal karma, suena feo, reduce nuestros puntos bonus.
Si queremos pasar por lectores con gustos refinados la obra literaria de este sujeto deberá ser mirada de reojo, abominada, desterrada de nuestra pulcra y virginal biblioteca. Sin embargo, y como no me gusta pegar de intelectualón o -aún peor- de 'lector serio' (nada de lo humano me es ajeno), declaro públicamente que sí, que he leído uno que otro libro de Bayly y que algunas veces -las más- me he cagado de risa con sus historias.

El que aquí nos ocupa es su última novela El Canalla Sentimental (2008, Planeta, 410 páginas) con el cual Bayly retoma el género que mejor réditos le ha dado desde su primera novela No se lo digas a nadie. Me refiero a aquella historia escrita en clave, donde se da a suponer que las situaciones que se suceden son en reales, exacto calco de la realidad. No en vano el personaje principal se llama "Jaime Baylis" y es un presentador de televisión cuarentón, neurótico, bisexual, con dos hijas y la mariconada a flor de piel.

Encuentro, entre mis viejas revistas Debate, el artículo "Descubrimiento Novelado" (Debate Nº 78, julio-agosto de 1994) donde Alonso Cueto escribe lo siguiente sobre la primera novela de Bayly que bien podría aplicarse a toda su producción literaria: "La novela de Bayly es una versión limeña, en realidad, de un género conocido como roman á clef (...) la roman á clef es una novela 'escrita en clave', con escenas alusivas a una serie de situaciones en las vidas de personajes reales pero transfiguradas por la imaginación (...) En cierto sentido, la novela en clave se coloca en algún punto entre la realidad y la ficción, aunque su naturaleza esencial, por supuesto, es el de una novela; es decir, una ficción".

La novela El Canalla Sentimental no será la quintaesencia de la literatura hispanoamericana, pero algunos méritos literarios sin duda tiene (los reto a escribir más de 4 páginas coherentes y divertidas, sin desfallecer en el intento). Su lectura resulta recomendable para aquellos que busquen entretenerse, pasar el rato y no aburrirse en los interminables viajes en combi (o esperando al dentista).


ES LEYENDA!!!!!


Finalmente, la búsqueda y la cadena organizada internacionalmente dió sus frutos. Hans 'Killer' fue ubicado en algún lugar de Miami, a salto de mata, probando refugios nucleares y armas bioquímicas. Goza de buena de salud y, ante la andanada de mails y llamadas telefónicas de parte de sus viejos amigos indagando por su paradero, solo atinó a espetar algo amoscado: "Ya, ¿qué carajo quieren?".

Hans 'Killer' y su fiel Tomas, tomando una siesta luego del arduo trabajo diario