miércoles, 25 de mayo de 2011

Simpatía por el diablo


En el fondo, al fin y al cabo, no es más que una tierna y dulce historia de amor.

¿Qué podría hacer uno si, de la noche a la mañana, descubre que el amor de su vida aparece violada y muerta y, además, todo el mundo cree firmemente que el culpable es uno mismo? Emborracharse y despotricar contra Dios y sus vírgenes sería comprensible. Pero, ¿si después de una noche de alcohol y maldiciones, al día siguiente, en plena resaca, descubrimos que dos pequeñas protuberancias -vamos, cuernos- nos están saliendo en la frente y que nos vamos pareciendo al demonio?

Este es el inicio de la nueva historia de Joe Hill, el hijo de Stephen King, y a quien la sombra de su célebre padre parece ya no incomodarle. Talento le sobra. Historias, también. Su nueva novela es un tremendo ejemplo de ello.

En esta metamorfosis oscura y asfixiante, la vida del protagonista, Ignatius Perrish, va descendiendo en una espiral demoníaca, mientras ve -con absoluto estupor- que no solo va adquiriendo la apariencia física del mismísimo diablo, sino que, además, comienza a tener sus talentos: la gente que físicamente está cerca de él termina por confesarle sus más profundos y oscuros deseos y sus más terribles pecados. A partir de allí, comenzará a recorrer un tormentoso camino en busca del asesino de su novia.

Es complicado comentar una novela como esta sin romper su encanto con argumentos excesivos. Basta decir aquí que, una vez más, Joe Hill, el segundo hijo de Stephen King, ha vuelto a dar en el blanco (¿o mejor sería decir en el negro?).

"Pleased to meet you / hope you guess my name" 

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