lunes, 5 de julio de 2010

El Asedio



Escribir una novela de 725 páginas y organizar una historia apasionante alrededor de ella no debe ser tarea fácil. Y, sin embargo, eso es lo que ha logrado –nuevamente- Arturo Pérez-Reverte en su último libro (El Asedio. México, Alfaguara, 2010. 727 páginas).

A la manera del viejo Dumas, Pérez-Reverte ha creado una novela que, en el fondo, son muchas historias entrelazadas y todas ellas igual de subyugantes. El escenario es Cádiz en 1811, un puerto sitiado por el ejército napoleónico que sin embargo se las apaña para seguir con el rumbo normal de su vida, tanto que dentro de ella se reúnen los diputados españoles y los venidos de toda América para debatir y aprobar lo que después será La Constitución de Cádiz (más conocida como "La pepa", la cual es su artículo primero decía: "la nación española es la reunión de españoles de ambos hemisferios"). Es en esta ciudad y con este telón de fondo donde, de improviso y teniendo como referencia los lugares donde caen los inocuos bombardeos franceses, van apareciendo espeluznantes cadáveres de mujeres jóvenes asesinadas (todas ellas están amordazadas y tienen la espalda abierta –hasta las vísceras- a latigazos).

A partir de entonces, con una maestría que requiere de experiencia pero, sobretodo, de talento ("Es mi obra técnicamente más compleja" ha dicho sobre ella Pérez-Reverte), una serie de personajes entrañables van entrando en escena y una serie de historias cuidadosamente se hilvanan: El capitán de artillería francés Simón Desfosseux, obsesionado con la precisión técnica de las parábolas que sus obuses deben recorrer para devastar a Cádiz; el Comisario de Barrios, Vagos y Transeúntes Rogelio Tizón, brutal y corrupto, recolectando indicios a cuentagotas para dar con el asesino en serie; Lolita Palma, mujer de negocios y soltera, de cuya eficiencia en el comercio marítimo depende el prestigio de la casa comercial gaditana de la cual es heredera; el capitán corsario Pepe Lobo, hombre de mar con una extraña escala de valores y pérdidamente enamorado sin correspondencia; Félix Mojarra, campesino humilde metido a guerrillero en las playas de Cádiz y un taxidermista espía, renegado de la España inculta que ve en la ciudad y colaborando con los franceses a efectos que las bombas den, por fin, en los blancos esperados. Todos ellos son personajes de una gran historia donde se entrelazan aventuras marinas, suspenso, una extraña historia de amor (personalmente, lo más logrado en la novela), una historia policiaca y otra de espionaje, todo junto y mezclado, como en esos folletines decimonónicos que por entregas hacían delirar a nuestros abuelos.

Arturo Pérez-Reverte con El Asedio ha diseñado una gran historia que es la suma de todas sus novelas y todos sus temas y que, ni por un momento, pierde el nervio y el pulso, a pesar de su extensión (a nosotros, sus fieles acólitos, solo nos queda rendir pleitesía al viejo maestro que volvió a apuntalar un extraordinario libro -el fin de semana perdido y los ojos enrojecidos por la falta de sueño dan fe de ello-).

Pérez-Reverte sobre la novela:

"Mi tiempo como escritor está limitado, me pueden quedar con vigor narrativo diez o quince años como mucho; eso significan de cinco a siete novelas más, si no me muero antes. Así que he de elegir mucho lo que hago y lo que descarto".

"Hay ajedrez, que me sigue apasionando. Como si toda la bahía de Cádiz fuera un inmenso tablero en el que los personajes de la novela se mueven como en una partida. Tiene que ver con parábolas de artillería, y con ajedrez, y con lo más oscuro y peor del ser humano. Están todas mis novelas. Todos los libros que he escrito están aquí".


 

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