Hay gente -entre ellos, amigos que conozco- que detestan la obra de
Stephen King. Huyen de sus libros como la peste.
Sostienen -y para ello engolan la voz- que no es literatura, que es basura destinada al consumo masivo. Abominan que un escritor pueda tener fans al igual que una banda de rock. Si por ellos fuera, el King ése debiera estar bajo tierra al igual que los mononeuronales de sus lectores.
Pontifican entonces -engolando aún más la voz- sobre lo que es un escritor y la literatura de verdad: antes que nada debe ser desconocido (mientras más caleta mejor, cuando accede al gran público se 'pacharaquea' y mis amigos pierden la condición de sacerdotisos únicos del susodicho), luego sus libros deben ser enrevesados, metatextuales (con historias que no son para disfrutarlas sino para sufrirlas -literalmente-), mientras menos se entiendan las novelas del susodicho, mejor, así nadie osará a enrostrarles que no comprendieron un carajo.
Mis amigos son así, legiones de puros que no pueden contaminarse con el buen
Stephen King. Los quiero mucho a pesar de estos -y otros- defectos.
Por mi parte, estuve rondando por la única libreria de mi ciudad, husmeando y curioseando, y me encontré con la última novela de King (del cual, dicho sea de paso, he leído ingentes cantidades de su producción, divirtiéndome como un chancho):
"La Historia de Lisey" y no lo pensé dos veces: pagué los 45 soles (me hacen un descuento del 10% por cliente frecuente) de rigor y, gozoso, llegué a casa y me abalancé sobre una de sus mejores historias jamás publicadas.
Pobres mis amigos, no saben lo que se pierden
.
3 comentarios:
jajaja soba no future y punalòn..
reiseohneziel.blogspot.com.
oe lenny perdidaza vete a promocionar tu blogcito a otro lado
Solo quiero saber cuando nos daras el gusto de compartir tu lindo cuento con nosotros(la princesa... te acuerdas?)
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