viernes, 26 de marzo de 2010

El cumpleaños del Puñal

Hubo un tiempo lejano donde los cumpleaños de la horda eran imperdibles.

No importaba dónde uno se encontraba ni cuál era su estado de ánimo, si alguien del grupo (en nuestro caso "Valium"*, un hatajo de desadaptados que solían "vindicar la cotidianidad del absurdo") cumplía un año más, así fuera lunes, todos nos reuníamos sin convocatoria previa y con varias botellas bajo el brazo para celebrar al cumpleañero, entre chanzas, abrazos y música a todo volumen. Luego, pasada la resaca, volvíamos cada uno a nuestros asuntos –y, eventualmente, a nuestras mujeres- hasta el próximo onomástico que prometía ser más desastroso que el anterior.

De esa época hasta ahora mucha agua – y años- han corrido bajo el puente y la vida se volvió más complicada, responsable y aburrida.

Hoy cumple años mi entrañable amigo Puñalón, miembro nato de aquella pandilla de sobrevivientes de la Lima de los '90, donde tomábamos por asalto cualquier bar de mala muerte para beber, conversar de literatura, quejarnos de las mujeres que nunca nos daban bola y seguir bebiendo (aun me acuerdo de aquella memorable noche en el "Árabe Pub" de la Av. Perú donde, junto a Dolores Delirio, nos emborrachamos y pogueamos hasta que el sol nos obligó a la retirada). Hoy cumple años Puñalón y me temo que no habrá más resacas demoledoras ni música estridente espantando a los vecinos (el hombre espera su primera hija, leyendo despatarrado y acumulando colesterol), sin embargo, el cariño y la amistad siguen intactos, esperando agazapados cualquier excusa para volver a reunirnos y bebernos de golpe todas las distancias.

Desde el ombligo del mundo, un abrazo al puñal, no por los tiempos que fueron, sino por los que aun tienen que venir.

* Valium fue nuestro nombre de batalla, antes que un grupo de pituquitas aguantadas lo usaran para su -esperpéntico- grupo de rock limeño.

sábado, 20 de marzo de 2010

Facebook o la dictadura de la inmediatez

De un tiempo a esta parte, muchos de mis antiguos amigos, camaradas y compinches de viejas guerras casi siempre perdidas, han comenzado a ingresar –tímidamente algunos, desembozadamente otros- al reino de las redes sociales, al paraíso prometido de las mentiras inmediatas, el Facebook. Y lo que es peor, han abandonado a sus blogs de opinión como mera chatarra palabrera inútil (El Puñalon es ahora una hoja de afeitar oxidada y Triste, Solitario y Final se quedó con lo último) para migrar a este cubículo donde la imagen sustituye a las ideas y el photoshop es la única ciencia que existe.

Y es que, seamos claros, en un mundo donde la inmediatez es la moneda de cambio con la cual compramos y –nos- vendemos, un blog de opinión, aquél donde debe escribirse más de 10 líneas coherentes y con un mínimo de sintaxis, cansa, da flojera y aburre. En un país como el nuestro donde la tasa de lectura per cápita es una de las más bajas de la región, la fotito del facebook (casi siempre retocada y mentirosa) es más atractiva que la idea descarnada, parida al papel –o a la web- tras largos trabajos de parto. Pareciera que el blog ya forma parte de la prehistoria y el facebook se presenta como el futuro cercano a donde todos –más temprano que tarde- habremos de ir, para rendir culto a la fotito y la frase lanzada al azar, inmediata e irreflexiva, como un pedo expulsado después de una mala comida.


Mis viejos amigos me reprocharán –de seguro- estas palabras, casi los escucho diciéndome: "el Facebook no es solamente imágenes o fotitos sino también es una plataforma para compartir ideas y reflexiones, vivencias y sensaciones" sostendrán los más cursis, y, los más achorados: "el blog es un monumento al onanismo, el facebook una orgía". Y es que todo lo anterior es cierto, pero, tengo la impresión, que la inmediatez va tomando por asalto nuestra manera de comunicarnos con los demás y con nuestro entorno; lo descartable y superficial es lo recomendable, el norte que debiera guiar nuestras vidas, casi, casi, como si una hamburguesa con papas fritas chatarra pudiera convertirse en el plato estrella de los restaurantes, huariques y fondas de nuestro país.


Decía Borges que es de caballeros defender causas perdidas. Este humilde servidor, apasionado como todo bien hereje, suscribe totalmente sus palabras.


Facebook me importa un huevo.


sábado, 13 de marzo de 2010

I AM THE HIGHWAY



Pearls and swine bereft of me

Long and weary my road has been

I was lost in the cities

Alone in the hills

No sorrow or pity for leaving I feel


I am not your rolling wheels

I am the highway

I am not your carpet ride

I am the sky


Friends and liars don't wait for me

Cause I'll get on all by myself

I put millions of miles

Under my heels

And still too close to you

I feel


I am not your rolling wheels

I am the highway

I am not your carpet

I am the sky

I am not your blowing wind

I am the lightning

I am not your autumn moon

I am the night

(Audioslave)

martes, 9 de marzo de 2010

El fin de la inocencia
















Es curiosa la manera cómo la vida se las arregla para enseñarte cosas, lecciones sencillas y elementales que te ayudan a escapar de la penumbra y te regalan breves –pero intensos- destellos de luz.


Un día cualquiera sentado a la sala con mi pequeña hija dispuestos a ver una película sin mayores pretensiones que la de divertirse ella y acompañarla yo. La elegida es “Where the wild things are” (“Donde habitan los mounstruos”), escogida al azar por el extraño cartel que graficaba la trama: un enorme animal peludo acompañado de un niño coronado como rey, sucio y gritando.


Que la película era dirigida por el talentoso Spike Jonze (el mismo de “Being John Malcovich” y “El ladrón de orquídeas”) y que estaba basada en un famoso cuento infantil del mismo nombre que, en 1963, escribió el norteamericano Maurice Sendak, no lo sabía entonces. Lo averigüé después, anonadado por la subyugante y tragicómica historia que había visto en la pantalla. En ese momento, era solo acompañar a ver una película a mi pequeña Paz y tratar de olvidarme de todos los problemas que se acumulaban como ladrillos en mi cabeza.


Y entonces sucedió. Quedo absolutamente deslumbrado por la extraña historia de Max, un pequeño de 10 años, rebelde y contestón, que se siente solo e incomprendido en su pequeña familia (su hermana mayor lo rechaza, ocupada como está en el despertar de la adolescencia y una madre soltera agobiada por el trabajo) y que añora huir de todo y esconderse en los agujeros que suele construir en la nieve. Una noche, las cosas empeoran luego de una pelea con su mamá y, disfrazado de gato, huye de casa, dispuesto a no regresar jamás.


Su huida lo lleva a arribar a una solitaria isla poblada de monstruos peludos y extraños, quienes deciden adoptarlo como rey. Max, al principio, se siente a gusto habitando entre ellos, pero después comienzan a surgir los problemas en su pequeño reyno: celos, envidias, egoismos y depresiones tan propios del mundo adulto no le son ajenos a sus súbditos y tampoco a Max. La extraña fábula transcurre en ese mundo de fantasía creado por el propio Max para huir de una realidad agreste y no deseada y sus temores y obsesiones son representadas por aquella cohorte de monstruos que desafían toda lógica y razón, pero no por eso dejan de ser entrañables y queridos.


La película termina y veo a la pequeña Paz que se enjuga unas lágrimas que brotan de la nada, entonces la abrazo quedamente y también yo quedo absorto cuando me percato que mis lágrimas se confunden con las suyas.


Es curioso como la vida te enseña pequeñas pero fundamentales cosas.