Santiago Roncagliolo ha traido cola con la publicación de
"La Cuarta Espada. La historia de Abimael Guzmán y Sendero Luminoso" (Debate, 2007). Desde múltiples zonas, orificios y agujeros (muchos provenientes de la blogósfera) le han caido con todo y -quizás- con razón.
En las primeras páginas el buen Santiaguito confiesa que empieza eligiendo el tema porque vende:
"O porque yo creo que vende. O porque es lo único que puedo vender. Siempre he sido un mercenario de las palabras. Escribir es lo único que sé hacer y trato de amortizarlo. Ahora vivo en España y trato de hacerme un lugar como periodista. Necesito algo novedoso, y el tema de actualidad en el último año, tras el 11-M, es el terrorismo" (página 23). ¿Honestidad brutal? ¿insensatez? En todo caso ya sabemos el público al cual está destinado el libro: europeos aburridos de sus propios grupetes violentistas y ávidos por historias sanguinarias tercermundistas envueltas en papel celofán. Libro avisado no espanta gente.
Más adelante, nuestro imberbe escritor dispara:
"Un mes después, aterrizo en mi ciudad con la sensación de que me he metido en un lío. Para empezar, no sé nada realmente" (página 24). ¿Y, entonces, sino sabe nada, de dónde salió Abril Rojo? Mejor hubiera empezado preguntándole a Daniel Alarcón, digo yo.
Las perlas no acaban y algunas realmente son de antología. Como aquella que compara la ideología de los senderistas con la "Fuerza" del jedi Luke Skywalker (página 71). O aquella donde señala que de tanto leer literatura marxista y conversado con simpatizantes de Sendero Luminoso ya no puede caminar sin ignorar a los mendigos de Lima y siente rabia y culpabilidad por eso (página 188). El cénit de la inoculación de su nueva conciencia popular llega cuando en el balneario de Asia, entre cebiches y cervezas, alza la voz a un amigo pituco espetándole que en esa playa no pueden bañarse los 'pobres' (página 191).
Ahora bien ¿son estos traspiés deliberados o ingenuos suficientes para destazar al libro y su autor?. Me parece que no. Conozco a muchos que sacaron el palo y el puñal y pegaron fuerte que morirían por tener la cobertura que tiene este libraco y suscribirían con puntos y comas tantas o más barrabasadas como las descritas anteriormente con tal de gozar de la publicidad de la espada de juguete del buen Santiaguito.
El libro se deja leer y su ritmo es ágil, quizás debido a su naturaleza light (tampoco nadie está para releer la Entrevista del Siglo y aquilatar a pie de página las sandeces materialistas y dialécticas esbozadas por el cachetón iluminado). Pero eso siempre se agradece. Santiaguito demuestra destreza en el oficio y sería mezquino no reconocerlo.
¿Historia superficial, tenue y oportunista?. Sí. ¿Imberbe metido en ligas mayores? También. ¿Oportunidad para descalificar a Roncagliolo como escritor y cronista? Aún no.
El tren de la Historia deberá juzgarlo.