viernes, 1 de octubre de 2010

Manifiesto de la desesperación



Si el escritor peruano Augusto Higa Oshiro (Lima, 1946) fuese, por esos azares del destino, francés o alemán, su novela “La iluminación de Katzuo Nakamatsu” (Lima, 2008, Editorial San Marcos, 127 páginas) hubiese sido una pieza fundamental de la literatura de esos países, se hubieran vendido decenas de miles de copias y su autor merecería, con justicia, el reconocimiento y la fama mundial que el Perú, su mezquino país, le niega.

Y es que la nouvelle “La iluminación de Katzuo Nakamatzu” –hay que decirlo- es una magnífica obra literaria, en cuyas páginas asistimos -absortos, asustados, desconcertados- a la degradación mental y espiritual de su protagonista, Katzuo Nakamatsu, peruano descendiente de migrantes japoneses, quien recorre, en la soledad más absoluta, el breve camino que lleva de la razón a la locura. El protagonista, poco a poco, con la seguridad que da el saberse heredero de un destino sin fortuna, va hundiéndose en la ciénaga que supone la degradación mental de un ser humano, con miles de fantasmas poblando e invadiendo su infeliz espíritu. Y en su recorrido perverso lo acompañamos, visitando con él la marginalidad más sórdida que Lima procrea y que se reproduce en progresión geométrica, tomando por asalto calles, barrios, distritos enteros.
Al terminar de leer la novela, a uno le cuesta despercudirse de esa sensación de podredumbre que transmite el trágico destino del protagonista, su iluminación y su desesperanza.

Si “La iluminación de Katzuo Nakamatzu” hubiese sido escrita en francés o alemán, sería, sin dudarlo, una de las grandes novelas de la década en Europa, un manifiesto fundamental de cómo escribir una novela maldita que dejaría alucinados a tantos aprendices de brujo que suponen que la pose (la vestimenta, la bohemia, el libro de Baudelaire bajo el sobaco) es lo único fundamental para demostrar la maestría que este libro exuda a raudales. Lástima nomás que en suerte le tocó ser un libro peruano, una joya más desperdiciada entre tanta mierda impresa.      

2 comentarios:

El Puñalón dijo...

La iluminación está escrita en forma vertiginosa que a veces ni te deja respirar. Uno sigue el hilo conductor de la historia y, en efecto, asistimos a un raro escenario de la degradación mental de Nakamatsu en una narración impecable que sólo un viejo profesor San Marquino -como es Augusto Higa- puede haber logrado. Quizás el referente más cercano sea otra novelita escrita en 1835 por Georg Büchner titulada "Lenz" (considerada para la Psiquiatría como la primera descripción exacta de la esquizofrenia), joyita que encontré en mis andares centro limeño. Para muchos Don Augusto (antiguo vecino de la Rica Viki) es un escritor de culto por su bajo perfil. Además de la nombrada hay que prestarle también atención a otras dos obras suyas: "Esta calle ya no es mía" (cuentos) y "Final del Porvenir" (novela), historias marginales de una Lima que dejó de ser "la horrible" para transformarse en una urbe mounstruosa.

Saludos,

El Puñalón dijo...

La iluminación está escrita en forma vertiginosa que a veces ni te deja respirar. Uno sigue el hilo conductor de la historia y, en efecto, asistimos a un raro escenario de la degradación mental de Nakamatsu en una narración impecable que sólo un viejo profesor San Marquino -como es Augusto Higa- puede haber logrado. Quizás el referente más cercano sea otra novelita escrita en 1835 por Georg Büchner titulada "Lenz" (considerada para la Psiquiatría como la primera descripción exacta de la esquizofrenia), joyita que encontré en mis andares centro limeño. Para muchos Don Augusto (antiguo vecino de la Rica Viki) es un escritor de culto por su bajo perfil. Además de la nombrada hay que prestarle también atención a otras dos obras suyas: "Esta calle ya no es mía" (cuentos) y "Final del Porvenir" (novela), historias marginales de una Lima que dejó de ser "la horrible" para transformarse en una urbe mounstruosa.

Saludos,