El día de ayer, a los 87 años, murió Armando Robles Godoy, cineasta por convicción y corazón y uno de los pocos intelectuales íntegros que aún teníamos en este rebaño de borregos iletrados que es aún nuestro país.
Todavía me acuerdo de sus ingeniosas respuestas e intervenciones en la televisión, cuando nuestros analfabetos periodistas no hacían más que preguntarle -una y otra vez- sobre temas sexuales, como si fuera un sexólogo o algo así, ignorando su vastísimo bagaje cultural.
En fin, que se fue como suelen irse las luminarias de este malhadado país, en silencio, sin reconocimiento alguno, olvidados por una sociedad y una nación a la que aportó tanto, amarrados a una vieja cama de hospital y como consecuencia de un atropello impune en esa feria de bestias sanguinarias e insensibles en que se ha convertido Lima.
Y después no faltará algún cantamañanas que realice televisivos homenajes póstumos a tan sensible pérdida, bla, bla, bla. País de mierda, que le dicen.
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