Mi amigo Puñalón, fiel a su estilo, se solaza con el despido intempestivo de Augusto Alvarez Rodrich y el fin del diario
Peru.21 tal como lo conocemos. Más de lo mismo, dice. Qué hizo Papá Pitufo en la dictadura del chino, argumenta. No jodan, sarta de hueleguisos, sentencia.
Generalmente concuerdo con él. En la universidad, mientras compartíamos aburridas clases y abundantes botellas, un filón anarco dejábase entrever en su sucia casaca de cuero, en lecturas insólitas y una misoginia a prueba de balas.
Sin embargo, en esta oportunidad, debo disentir.
Peru.21 no era nada extraordinario, sin embargo, constituía un proyecto editorial hecho desde cero, con punche, esfuerzo y sentido común (que ya es bastante pedir en la jauría actual de periodistas mediocres y ganapanes), sobresalía por encima del promedio y se dejaba leer sin problema alguno.
(aun cuando, en materia cultural, Peru.21 dejaba mucho que desear, tal y como lo ha sostenido Gustavo Faverón. En efecto, los domingos hubiese preferido mil veces leer novedades librescas o reseñas críticas, que ver las escuálidas modelos (?) que -bajo el nombre de "La Chica 21"- mostraban sus miserias a doble página, mientras comentaban que fantaseaban con hacer el amor en un avión o con un burro).
Alvarez Rodrich fue expectorado (como diría el filósofo cañetano Sanchez U.) de la dirección de Peru.21 por sus dueños legítimos (es decir, El Comercio), una decisión empresarial como las que cada día se toman por cientos. Nada de extraordinario. "No me sirves: hasta la vista, baby". Legítimo contractualmente hablando. Empero, lo subterráneo es lo que jode. La miasma que circula por debajo de las apariencias y que impregna a los grupos conservadores de siempre en este país lleno de formas y carente de fondos. El proyecto editorial que encarnaba Peru.21 fue liquidado por presiones ejercidas desde la cúpula misma del poder, tal cual Montesinos en plena dictadura de Fujimori. El escándalo de los petroaudios no gustó nadita a "Papapán García" (por más que dijera lo contrario) y comenzaron a moverse las nauseabundas influencias de siempre; la maquinaria de los negocios a la sombra se echó a andar y buenas noches los pastores.
Por mi parte, ya cancelé mi suscripción a Peru.21 en el kiosko de la esquina y estoy pensando seriamente en suscribirme al
Ajá y al
Bocón.
El Comercio y su conservadora solemnidad se lo dejo a mi amigo Puñalón.