martes, 19 de agosto de 2008

Requiem por Constantino

La noticia llegó de improviso. Como suele suceder con las malas nuevas. Como la garúa maricona que estrena Lima estos días. Constantino Carvallo ha muerto. Su corazón no aguanto tantas emociones y decidió rebelarse en plena mesa de operaciones. Constantino se fue y se llevó con él las esperanzas en un mejor sistema educativo para nuestro país, que nos libere de tantas taras y estigmas, que nos ofrezca -por fin- una verdadera libertad.

Carvallo fue un precursor en un país de imitadores. Cuando se dió cuenta que la educación escolar peruana no servía para nada, a los 25 años, decidió fundar un colegio con el nombre de un poema de José María Eguren (Los Reyes Rojos) que fuera una propuesta distinta, inclusiva, contestataria. Dedicó toda su vida -literalmente- a reflexionar sobre el papel fundamental del maestro en sociedades como la nuestra. Pensó, escribió, hizo... una vida completa dedicada a la pedagogía y a la difícil tarea de formar de seres humanos.

En el año 2005, Carvallo publicó un libro fundamental que -como siempre suele suceder en un país malhadado como el nuestro- paso casi desapercibido, pero que para cualquiera que -por gracia del destino, de Dios o de quien sea- se estrene en la responsabilidad de criar y educar a un ser humano -léase padre- debe ser una lectura obligatoria y de cabecera: Diario Educar. Tribulaciones de un Maestro Desarmado (Lima, Aguilar, 213 páginas). Aquí Carvallo piensa en voz alta y reflexiona -tomando como estructura narrativa la de un diario- sobre uno de los más intrincados y complicados oficios que existen sobre nuestro planeta: el de maestro.

A Constantino Carvallo Rey lo extrañará mucha gente: su familia, sus amigos, sus alumnos y gente como yo, que nunca lo conoció personalmente, pero que -por su obra- lo llegó a apreciar, respetar y querer.

Descansa en paz Constantino, quizás eres de los pocos que se lo merecen.

¨Me preguntan por la virtud del maestro. Una sola. No dudo: serenidad¨ (pág. 21)

¨La sinceridad o la falsedad del amor que sentimos por los alumnos no puede ocultarse; los niños la descubren en la mirada, en un ademán nuestro para ordenar silencio, en el músculo del rostro que no sabe ocultar nuestro tedio, nuestra impaciencia o nuestro miedo¨ (pág. 18)

¨No podemos educar sin tener fe en el futuro, sin creer que ese niño puede ser mejor y vivir también mañana en un mundo mejor. La apertura a la esperanza es según un pensador `la enfermedad orgánica del profesor´¨ (pág. 33)

¨La incapacidad de aburrirse o de emplear el tiempo en tareas solitarias, como leer, pensar o simplemente contemplar, arrojan al adolescente fuera de su casa o lo encierran, frente a la pantalla de televisión. Afuera está la tentación, el amor, las drogas, el dolor, la lucha, los celos, las broncas, la preocupación. Por eso escribe el filósofo, matemático y físico francés Pascal: Toda la infelicidad de los hombres, proviene de una sola cosa: no saber estar inactivos dentro de una habitación¨ (pág. 55)

¨Los libros escolares no dejan espacio a la pregunta. Son manuales de respuestas, simplificaciones de la ciencia, como si al niño hubiera que mostrarle un mundo acabado, explicado, conocido. Hay una oposición entre escuela y pensamiento. El freno que la educación pone al pensar es la verdad indiscutible, el conocimiento congelado. Ello no permite la inquietud, cierra el despertar de la inteligencia. Pensar es no saber, es ignorancia, es insatisfacción, desasosiego, asombro. El pensamiento es, de algún modo, como dice el escritor J.Larrosa, indisciplina. O, mejor aún, como señalaba el psicoanalista Jacques Lacan, enfermedad¨ (pág.39)

No hay comentarios.: