Usualmente desconfío de eso que se suele llamar 'cine clásico', ropaje bajo el cual se esconden defectos de toda laya e historias insoportablemente románticas, cursis y aburridas (todo en ese orden). El gato por liebre suele agazaparse tras el título de 'clásico' y, si tengo la oportunidad, no pierdo tiempo tratando de darle una oportunidad a la historia que se esconde tras esa etiqueta.
El problema es que la ignorancia es atrevida -confesión de parte- e ingenuamente creemos que la vida y sus problemas comienzan y terminan con nosotros, que antes de nuestra existencia todo es descartable y nada hay por rescatar. Esta película me enseñó esas y otras cosas.
Para empezar en "Lo que el Viento se Llevó" (1939) estamos ante una historia digna de cualquier novela negra que se precie, apuntemos:
1) La heroina es una engreida, egoista y estúpida niña blanca del sur terrateniente de los Estados Unidos en plena Guerra de Secesión que confunde sus sentimientos creyendo -únicamente por orgullo propio herido- que ama desesperadamente a su primo -casado con otra mujer todo un ramillete de virtudes- cuando en realidad el amor de su vida pasa por sus narices. Vivien Leigh interpreta magistralmente a Scarlett O'hara (después de un casting que duró dos años y tuvo a 1,400 postulantes haciendo cola) y su belleza va a la par de su actuación.
2) El protagonista es un Clark Gable -Rhet Buttler- canchero, mujeriego y jugador, que reniega sabiamente de la guerra y aun cuando ama con locura a Scarlett se cansa rápidamente de su egoismo y desamor y comienza a maltratarla paciente y tenazmente (la arroja de la escaleras y pierde un embarazo). El amor ofrecido por el personaje de Gable no es incondicional -como en las historias cursis y romanticonas de las que hablaba anteriormente- y ante la ausencia de una correspondencia abandona rápidamente la ilusión y decide poner tierra de por medio. Es memorable la frase que Gable le dedica a Scarlett cuando, al final de la historia, ella le confiesa su equívoco y le pide otra oportunidad: "Frankly my dear, I don't give a damn" ("francamente, querida, me importa un carajo").
3) Toda la estupidez de la Guerra de Secesión sirve como marco de fondo y hay miseria, discriminación y odios repartidos a lo largo de la película. Para ser 1939 la historia es demasiado osada e iconoclasta: los negros liberados -con excepción de los esclavos que sirven a sus amos- son ruines y delincuentes. El amor es aplastado por el egoismo y estupidez de sus protagonistas. No hay un final feliz porque la vida carece de ellos.
David O. Selznick fue el artífice de esta película que casi no llega a filmarse del todo y que reta la paciencia del espectador (dura 3 horas y media, pero, justo es decirlo, casi ni se sienten). En 1939 ganó 8 Oscar de la Academia -incluyendo mejor película y mejor actriz- y en considerada como una de las mejores películas de toda la historia.
Por mi parte, cuando tenga una película clásica a la mano me lo pensaré dos veces antes de dejarla pasar.
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