viernes, 29 de octubre de 2010

Green is the Colour (Green Day en Lima, octubre 26, 2010)

Pocas veces Lima ha sido testigo de tal despliegue de energía y rock & roll. Green Day vino, vió y venció. 

En casi las tres horas que duró el concierto (uno de los más largos en la reciente historia musical de Lima), Billie Joe Armstrong, vocalista y lider de la banda, armado únicamente de su guitarra -una réplica de la que su papá le regaló a los 10 años, antes que muriera de un cáncer al esófago- se metió a los más de 40 000 espectadores al bolsillo y dictó una clase magistral sobre cómo dar un concierto de rock.

Eran casi las 9 de la noche y la gente aún no colmaba el estadio, y a pesar que seguían llegando aun cuando ya había empezado el concierto, no se llenó del todo. Algunos claros hacían sospechar de la convocatoria y de las ganas de ver en directo al trío de californianos. Peor para ellos. Los que no fueron. Se perdieron un conciertazo, uno de los mejores del año. Quizás el mejor.

Pasados unos minutos de las 9 las luces se apagaron y comenzó a sonar por los inmensos parlantes el clásico de los Ramones Do you remember rock and roll radio? como preámbulo de lo que se venía. Luego, salieron los 3 californianos liderados por Billie Joe y comenzaron a disparar la primera de las 33 canciones con que sacudirían a una friolenta Lima. Derrochando una energía que aún tienen de sobra, el grupo que rinde tributo a la formación básica y seminal del rock & roll (guitarra, bateria y bajo) demostró en la cancha porque actualmente es una de las formaciones más sólidas y enérgicas del rock contemporáneo.

Mención aparte merece el frontman y lider de Green Day, Billie Joe Armstrong. “Esto no es un trabajo, ni una fiesta, es una celebración” gritaba el carismático Billie. Y es que es verdad, esa noche del martes Green Day revivía una antigua tradición desde los remotos orígenes del rock & roll: la celebración de la música. Y eso fue esa noche, una celebración. Billie Joe invitó a subir al escenario a 5 fans de la primera fila, con el primero de ellos se abrazó, se tomo una foto y lo instó a lanzarse del escenario, con el segundo, un niño, hizo que actuara y fingiera un desmayo, a la tercera la besó en la boca, al cuarto, después de preguntarle si se sabía los acordes de “Going to Pasalacqua”, le dejó tocar la guitarra toda la canción y al quinto, que se desgañitaba gritando que sabía cantar “Longview”, le dejó hacerlo y al final le regaló su guitarra. Luego, se bajó los pantalones y enseñó el culo, tiró polos al escenario, roció con pistolas de agua a los apretujados de adelante, saltó, se tiró al suelo, cantó covers, gritó (“desde siempre no necesité más que mi guitarra y mis bolas” o algo así), rompió su guitarra, la hizo aullar y se puso acústico hacia el final. En fin, una celebración del rock & roll.

El viaje de más de 800 kilómetros desde mi andina ciudad quedó plenamente justificado.




Set list del concierto:
Song Of The Century
21st Century Breakdown
Know Your Enemy
East Jesus Nowhere
Holiday
Nice Guys Finish Last
Give Me Novacaine
Letterbomb
Are We The Waiting
St. Jimmy
Boulevard Of Broken Dreams
Burnout
Geek Stink Breath
Going To Pasalacqua (un fanático tocó la guitarra)
2000 Light Years Away
Welcome To Paradise
Hitchin' A Ride
When I Come Around
Iron Man / Rock And Roll / Sweet Child O' Mine / Highway To Hell
Brain Stew
Jaded
Longview (cantada por un fanático)
Basket Case
She
King For A Day
Shout / Break On Through (To The Other Side) / (I Can't Get No) Satisfaction / Hey Jude
21 Guns
Minority
Encore 1:
American Idiot
Jesus Of Suburbia
Encore 2:
Christie Road
Wake Me Up When September Ends
Good Riddance (Time Of Your Life)




jueves, 7 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa: Premio Nobel de Literatura 2010


Hasta que por fin se hizo justicia.

La Academia Sueca, el día de hoy, ha entregado el Premio Nobel de Literatura a nuestro más insigne y laureado escritor, Mario Vargas Llosa, después de muchos años de injusta postergación. De esta manera la Academia Sueca se reinvindica después de largos años de designaciones erráticas con un premio donde la aprobación es unánime y total.

Es casi un dogma de fe el hecho de señalar que los suecos no suelen entregar el preciado galardón en literatura a aquellos escritores díscolos, a aquellos que suelen hacer públicas sus preferencias políticas, a aquellos que realizan una cruzada por la defensa de los ideales en los cuales creen firmemente, más bien, por el contrario, suelen elegir a aquellos escribidores anodinos, insulsos, ni sal ni pimienta, políticamente correctos.

Por eso es que el día de hoy es doblemente feliz y alegre; primero, porque es nuestro escribidor Mario Vargas Llosa el premiado, un reconocimiento largamente justificado a su inmenso talento de dibujar historias y de plasmar las contradicciones de la vida real en sus ficciones (además, porque intuyo, lamentablemente, que será nuestro único nobel en literatura en muchos, muchísimos años), y segundo, porque la Academia Sueca vuelve al ruedo, a elegir por sobretodo el talento y la calidad, a obligarnos a esperar y especular con auténtica emoción quién será el próximo.

En octubre sí hay milagros. 
 

viernes, 1 de octubre de 2010

Manifiesto de la desesperación



Si el escritor peruano Augusto Higa Oshiro (Lima, 1946) fuese, por esos azares del destino, francés o alemán, su novela “La iluminación de Katzuo Nakamatsu” (Lima, 2008, Editorial San Marcos, 127 páginas) hubiese sido una pieza fundamental de la literatura de esos países, se hubieran vendido decenas de miles de copias y su autor merecería, con justicia, el reconocimiento y la fama mundial que el Perú, su mezquino país, le niega.

Y es que la nouvelle “La iluminación de Katzuo Nakamatzu” –hay que decirlo- es una magnífica obra literaria, en cuyas páginas asistimos -absortos, asustados, desconcertados- a la degradación mental y espiritual de su protagonista, Katzuo Nakamatsu, peruano descendiente de migrantes japoneses, quien recorre, en la soledad más absoluta, el breve camino que lleva de la razón a la locura. El protagonista, poco a poco, con la seguridad que da el saberse heredero de un destino sin fortuna, va hundiéndose en la ciénaga que supone la degradación mental de un ser humano, con miles de fantasmas poblando e invadiendo su infeliz espíritu. Y en su recorrido perverso lo acompañamos, visitando con él la marginalidad más sórdida que Lima procrea y que se reproduce en progresión geométrica, tomando por asalto calles, barrios, distritos enteros.
Al terminar de leer la novela, a uno le cuesta despercudirse de esa sensación de podredumbre que transmite el trágico destino del protagonista, su iluminación y su desesperanza.

Si “La iluminación de Katzuo Nakamatzu” hubiese sido escrita en francés o alemán, sería, sin dudarlo, una de las grandes novelas de la década en Europa, un manifiesto fundamental de cómo escribir una novela maldita que dejaría alucinados a tantos aprendices de brujo que suponen que la pose (la vestimenta, la bohemia, el libro de Baudelaire bajo el sobaco) es lo único fundamental para demostrar la maestría que este libro exuda a raudales. Lástima nomás que en suerte le tocó ser un libro peruano, una joya más desperdiciada entre tanta mierda impresa.