domingo, 25 de octubre de 2009

El Guerrero de Hielo

De todos los próceres que poblaron nuestra independencia, siempre preferí –intuitivamente- a don José de San Martín. Después de leer “La Logia de Cádiz” del argentino Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, Planeta, 2008) esa intuición queda plenamente comprobada.

Don José de San Martín fue ese raro prototipo de militar profesional y hombre de principios, para el cual el honor constituía el norte hacia el cual estaban guiadas todas sus acciones. Supo darse cuenta a tiempo del oscurantismo que representaba la España de Fernando VII e ingresó –de cuerpo y alma- a la logia masónica “La Sociedad de los Caballeros Racionales” de Cádiz para conspirar en beneficio de la libertad de los pueblos de américa. Abandonó una expectante carrera militar en España para viajar a la incertidumbre de la américa española y organizar –de la nada, desde el cero- el movimiento que llevaría a una de las mayores gestas militares e independistas de la historia. Como dice el autor del libro que comentamos, San Martín tuvo que traicionar para no traicionarse a sí mismo.

Con el grado de capitán combate fieramente en el bando español contra los franceses en la famosa batalla de Bailén, que supuso la primera derrota del glorioso ejército napoleónico. El general Francisco Javier Castaños dirigía los ejércitos españoles y Pierre Antonine Dupont los franceses (Napoleón, después de conocido el resultado de la batalla diría: “Desde que el mundo existe, no ha habido nada tan estúpido, tan inepto y tan cobarde como el general Dupont”). San Martín, por su valerosa acción en combate, recibe la Medalla de Oro de los Héroes de Bailén. A pesar de eso, y ya decidido a luchar por la independencia de los pueblos americanos, pide su baja en el ejército español, escoge una nueva espada y se embarca hacia lo desconocido y la incertidumbre. La libertad y el honor guiarían luego sus pasos.
(.)
San Martín sabía que sin la férrea disciplina de la milicia profesional, la idea de la gesta independentista estaba perdida. Por ello, con paciencia, tenacidad y mano de hierro creó el “Regimiento de Granaderos a Caballo” y los adiestró personalmente en técnicas de batalla y en el honor inclaudicable que profesaba (dejó escrito de su puño y letra los catorce pecados mortales de sus granaderos, entre los cuales se encontraba “por cobardía en acción de guerra, en la que aun agachar la cabeza será reputado tal”). Sus Granaderos le temían más a él y a su honor que a los propios realistas.

Sin embargo, la incipiente américa no estaba exenta de los odios, envidias y mezquindades que serían nuestro sino futuro. Por ello, San Martín es sospechoso de espionaje a favor de la corona española y es enviado a misiones suicidas, como aquella dirigida a frenar las incursiones de los realistas en las costas del río Paraná. Con su recién creado regimiento se instala en el Convento de San Carlos (provincia de Santa Fe) esperando el desembarco de los realistas. La mañana del 03 de febrero de 1813 y ante el desembarco de 300 soldados españoles, en primera línea de combate, el entonces coronel San Martín libra el combate de San Lorenzo, donde, a pesar de la victoria, casi pierde la vida.

Luego, la historia es conocida. Abandona a su familia para organizar la expedición que cruzaría Los Andes (su esposa María de los Remedios de Escalada muere de tuberculosis muy joven dejando a la hija de ambos, Mercedes, al cuidado de su abuela) y, cansado de las intrigas políticas y la mezquindad ególatra de Simón Bolivar, después de libertar a la nueva América (“No queda un solo español armado en la América” dirían después sus Granaderos) decide abandonar la gloria y la nueva fortuna de patriarca libertador, y se retira a París a vivir su últimos años en compañía de su hija Mercedes.

“La Logia de Cádiz” es un excelente libro que va a caballo entre la novela histórica y el relato histórico. Está plagada de honor militar, trepidantes aventuras y batallas militares protagonizadas por don José de San Martín, quizás el único héroe de nuestra independencia que realmente merezca tal nombre.

San Martin cruzando los Andes con su regimiento de Granaderos

San Martín en 1848, a los 70 años de edad, retirado de la gloria de patriarca


"Todo empezó cuando vi que mis hijos adolescentes y sus compañeros detestaban la historia argentina. Me impactó mucho que se interesaran por episodios históricos de Estados Unidos y Europa, a partir básicamente de películas de aventuras producidas por la cultura anglosajona, y que desdeñaran, por aburridísimos y confusos, a los héroes nacionales. La versión escolar era tan formal y la transmisión de la épica era tan desganada que la historia argentina se había transformado en eso: un amasijo de fechas, internas políticas y héroes de bronce. Me sentí tocado, me prometí mostrarles que la historia argentina podía ser una maravillosa novela de peripecias. Para los chicos, San Martín es un político, algo así como un estadista de plomo que hizo cosas tan loables como soporíferas. Mis hijos miraban con indiferencia las proezas sanmartinianas, pero veían con gusto la historia universal en grandes producciones cinematográficas y se interesaban por esos héroes anglosajones. Asociaban nuestra guerra de la independencia con los manuales de hastío y con las pesadas fiestas patrias en los patios del colegio. Esa idea fue muy hiriente para mí. Por alguna razón, alguien nos había robado la épica. La Argentina asordina la épica y ningunea a sus guerreros, y le regaló a la derecha militar el sentimiento y la simbología sanmartiniana. San Martín fue canibalizado por las dictaduras, usurpado en su iconografía y utilizado de paraguas para la perpetuación del poder. Esa carencia, se diría, esa injusticia fue el germen de La Logia de Cádiz . Incluir un volumen en la Colección Robin Hood o una película en Sábados de cine de superacción , donde los chicos de mi edad vivimos las aventuras maravillosas de tantos. El problema es que los héroes y las aventuras siempre quedaban allá lejos. Es como si tuviéramos un complejo de inferioridad, como si hubiésemos aceptado nuestra condición de sociedades subdesarrolladas, que no tienen héroes ni epopeyas."
(Jorge Fernandez Diaz)

domingo, 4 de octubre de 2009

Sensaciones de Domingo


"How does it feel
How does it feel
To be on your own
With no direction home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?"

domingo, 27 de setiembre de 2009

G.K.Chesterton y los Herejes

"Nada indica más singularmente un mal enorme y callado de la sociedad moderna que el uso extraordinario que se hace estos días de la palabra «ortodoxo». En los días pasados el hereje se enorgullecía de no ser hereje: herejes eran los reyes del mundo, la policía, los jueces; él era ortodoxo. No se jactaba de haberse rebelado contra ellos; era ellos quienes se habían rebelado contra él. Los ejércitos con su cruel seguridad, los reyes con sus rostros insulsos, los ceremoniosos procedimientos del Estado, las razonables acciones de la ley, todo eso se había descarriado, como las ovejas. Mas el hombre se enorgullecía de ser ortodoxo, de estar en lo cierto. Si se encontraba solo en un desierto terrible, era, más que un hombre, un credo. Era el centro del universo: en su rededor giraban las estrellas. Todas las torturas de los infiernos no le harían confesar que era hereje. No obstante, algunas frases modernas lo muestran alabándose de serlo. Ahora él dice, con risa consciente: «Supongo que soy todo un hereje», y busca el aplauso de su entorno. La palabra «herejía» no sólo significa que no se está equivocado; prácticamente implica una mente despejada y valerosa. La palabra «ortodoxia» no solamente no significa ya estar en lo cierto; prácticamente quiere decir estar equivocado.

Todo esto puede significar una cosa, y sólo una cosa. Significa que las gentes se preocupan menos de estar filosóficamente en la verdad. Porque, evidentemente, un hombre antes debería confesarse de fatuo que de hereje. El bohemio con su corbata roja debería preciarse de su ortodoxia. El dinamitero que pone una bomba debería creer que, aparte de cualquiera otra cosa que sea, por lo menos es ortodoxo.

Es una locura, hablando en general, que un filósofo encienda en la hoguera a otro filósofo porque no están de acuerdo en sus teorías del Universo. Esto se hizo muy frecuentemente en la última decadencia de la Edad Media y fracasó en la totalidad de su objeto. Pero hay una cosa que es infinitamente más absurda que quemar a un hombre por su filosofía. Es el hábito de decir que su filosofía nada importa; y esto es lo que se hace universalmente en el siglo veinte, en la decadencia del gran período revolucionario.

Las teorías generales son menospreciadas en todas partes: la doctrina de los derechos del hombre es tan desacreditada como la doctrina de la caída del hombre; el ateísmo nos resulta hoy demasiado teológico; la revolución tiene demasiado de sistema; la libertad misma tiene algo de estrechez. No aceptamos generalizaciones."

(G.K.Chesterton, Herejes, Capítulo I)

sábado, 26 de setiembre de 2009

Marx y el Materialismo Gruñón

................................Marx en sus últimos años..............................

Desde que estaba en el colegio, la figura de Marx como intelectual siempre me pareció enormemente atractiva e influyente. Cierto es que en esa época repetía de memoria algunos conceptos del materialismo histórico y dialéctico como un loro, sin apenas comprenderlos, siguiendo la moda de izquierdas que tanto marcó a nuestra generación. Sin embargo, la figura de Marx como intelectual siempre mantuvo su vigencia en mi santoral particular a pesar del manoseo que de él hicieron sus seguidores.

Comprometido con su quehacer filosófico e intelectual hasta las últimas consecuencias (pasaba días enteros sin comer, investigando y leyendo encerrado en la biblioteca de Londres y sin un cobre en el bolsillo), quiérase o no, para bien o para mal, se convirtió en la figura mundial más influyente del siglo XX.

La estupenda biografía intelectual que sobre él hace Isaiah Berlin [(2007): Karl Marx. Su vida y su entorno. Madrid, Alianza Editorial, tercera reimpresión. 240 páginas] me lo trae de vuelta, humano e intelectualmente honesto (parece mentira que Berlin, connotada figura liberal, haya publicado su primer libro, con 30 años, precísamente sobre el viejo Karl).

Leyéndolo, vuelvo a reafirmar mis viejos afectos a su gran figura intelectual y humana (aun cuando no esté de moda en estos días) y me entero de sus odios y afectos, de sus inconmovibles convicciones rayanas en la intolerancia, de su misantropía a prueba de todo, de su carácter huraño y terriblemente gruñón. Detestaba a las muchedumbres y a las masas a pesar de haber dedicado toda su vida al estudio de los intereses de éstas.

Un intelectual ruso contemporáneo suyo, Annenkov, dejó escritas estas líneas sobre él después de conocerlo:

"Marx pertenecía al tipo de hombres que son todo energía, fuerza de voluntad e inconmovible convicción. Con una espesa greña negra, con manos velludas y una levita abotonada como quiera, tenía la apariencia de un hombre acostumbrado a inspirar el respeto de los otros. Sus movimientos eran desmañados, pero revelaban seguridad en sí mismo. Sus maneras desafiaban las convenciones del trato social y eran altivas y casi despectivas. Tenía voz desagradablemente áspera y hablaba de los hombres y de las cosas en el tono de quien no está dispuesto a tolerar ninguna contradicción y que parecía expresar la firme convicción en su misión de influir en los espíritus de los hombres y dictar las leyes de su ser." (citado en Isaiah Berlin: Karl Marx. Su vida y su entorno)

“A Marx […]se le ha atacado con demasiada frecuencia sobre un terreno personal y moral, de modo que lo que aquí hace falta es, más bien, una severa crítica racional de sus teorías combinada con la comprensión afectiva de su sorprendente atracción moral e intelectual.” (Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos)

viernes, 11 de setiembre de 2009

La desgraciada suerte de llamarse Stieg Larsson

Imaginen que son suecos y periodistas. Adictos a la comida chatarra y medio sosos. Se aburren como plantas en una Suecia de los albores del siglo XXI donde nada interesante suele ocurrir. Entonces, cada noche, entre hamburguesas con queso y coca colas, planean, minuciosa y delicadamente, su dulce venganza contra la humanidad. Comienzan a escribir una inmensa historia de intriga y misterio. Una epopeya donde los héroes están fuera de la ley y los malhechores con ella. Garabatean miles de papeles como posesos, dejando fluir una historia monumental que irá más allá de lo que jamás sospecharon. Pasan los días y las noches y las hojas van acumulándose sobre el escritorio hasta convertirse en tres volúmenes. Se contactan con un amigo que es editor y éste les ofrece revisar los manuscritos y publicarlos "si tienen algo de suerte". Le entregan los originales de la historia y se sientan a esperar una respuesta, aun conmovidos por el espíritu desbocado que los llevó a crear de la nada un inmenso relato alucinante. Aun no lo saben, pero la historia -que ahora se llama Millennium-, está destinada al éxito inmediato y se venderán millones de libros por todo el mundo y se traducirá del sueco a las lenguas más inverosímiles del mundo. No lo saben y nunca llegarán a saberlo, pues poco antes de ver publicado el primer volumen (Los hombres que no amaban a las mujeres), su corazón, cansado de los combos agrandados, las papas fritas y los cigarrillos, decide rebelarse y deja de moverse. Un ataque cardiaco se los lleva por delante antes de ver la gloria mundial impresa con sus nombres. Stieg Larsson se lee en la portada de todos ellos.


"Como todas las grandes historias de justicieros que pueblan la literatura, esta trilogía nos conforta secretamente haciéndonos pensar que tal vez no todo esté perdido en este mundo imperfecto y mentiroso que nos tocó, porque, acaso, allá, entre la "muchedumbre municipal y espesa", haya todavía algunos quijotes modernos, que, inconspicuos o disfrazados de fantoches, otean su entorno con ojos inquisitivos y el alma en un puño, en pos de víctimas a las que vengar, daños que reparar o malvados que castigar"
(Mario Vargas Llosa, Lisbeth Salander debe vivir)

domingo, 30 de agosto de 2009

El Gigante de Paruro y el Feudalismo Agrario

Casi todos conocemos la magistral foto de Martín Chambi denominada "El gigante de Paruro" (1929), donde el gran fotógrafo cusqueño retrata a un inmenso campesino de las alturas de Paruro en el Cusco.

Casi todos quienes conocemos la foto hemos admirado la imponencia del gigante indígena y hemos regresado imaginariamente a un pasado imperial donde los Incas y sus súbditos poblaban y gobernaban estos lares.

Quizás sea conveniente observar la foto desde otra perspectiva:

"Dejemos, en efecto, la gigantesca talla de lado y reparemos más bien en la vestimenta. Es visible por debajo del poncho, en la miserable indumentaria, en el calzón a modo de pantalón que le ciñe el muslo hasta las rodillas, un tipo de ropa remendada, andrajosa. Pero eso no es acaso lo esencial. Estos trajes de bayeta o de tejidos no salían de tiendas o grandes almacenes sino del telar familiar indígena. No es que estas prendas respondiesen al gusto indígena o a una suerte de apego a sus costumbres. La respuesta es otra. La feudalidad económica del Perú condenaba a una serie de campesinos a trabajar fuera de todo sistema de remuneración. Más claramente, al interior de sus haciendas, sus 'trabajadores' no recibían dinero. El aspecto miserable del gigante de Paruro nos revela la pobreza extrema, la de los sirvientes campesinos en las grandes haciendas en el servicio de pongaje. Una práctica que sólo se interrumpe en 1969. Y pensar que hay todavía quienes repiten que la reforma agraria fue un desastre y que en consecuencia, esa situación precapitalista de servilismo debería haberse perpetuado hasta nuestros días."
(Hugo Neira, Cuzco: tierra y muerte. Lima, 2008, Editorial herética. 105 páginas)

jueves, 27 de agosto de 2009

De paseo con Hugo Neira por la Grecia Clásica

Mi amigo (y ahora compadre) Puñalón podrá decir lo que quiera, pero tener a Hugo Neira como profesor es un lujo para cualquier auditorio mínimamente informado.

La excusa se llama Teoría Política para una reforma del Estado (o algo así) y se dicta en el ámbito de la Maestría en Gobernabilidad Democrática, Económica y Social de la cual soy becario. El pasado sábado y domingo estuvimos inmersos en un recorrido por la Grecia Clásica, sus polis, su religión llena de dioses mundanos, Aristóteles y su teoría política y La Ilíada y La Odisea.

Informado y siempre rodeado de libros y citas para sustentar sus aseveraciones, sus clases son un delicioso recorrido por civilizaciones antiguas y mundos sepultados por la historia.

Correcto, sencillo y austero, no recurre a exabruptos para ganar la risa fácil del auditorio (manido lugar común al que recurren con frecuencia aquellos que son incapaces de mantener de otro modo la atención de su auditorio) y, antes bien, recomienda fervientemente una gran cantidad libros y revistas para ahondar en el estudio de los temas del curso (con aquella pasión desenfrenada que sólo tienen quienes aman los libros).

Si bien es cierto que sus posturas políticas pasadas lo condenan (de comunistoide acérrimo e ideólogo de la reforma agraria -el Cusco lo sabe muy bien- a filoaprista), en nada restan mérito al profesor que, apasionado con su trabajo de divulgación, contagia esa febril pasión a sus alumnos.

Hace tiempo, mucho tiempo, que no disfrutaba una clase como ahora. Tan distinto como cuando andaba en el colegio y la universidad, todo aún estaba por descubrir y los mediocres profesores me estropearon la ilusión.

sábado, 8 de agosto de 2009

El Cusco: otras voces, otro ámbitos

Vivo en el Cusco hace 10 años y siempre me ha parecido que su vida cultural es antagónica y paradójica.

Por un lado es una ciudad repleta de historia y cultura milenaria, y por otro, la mayoría de sus habitantes viven de espaldas a la modernización cultural (entendida a ésta como una actividad plena, actual, dinámica y, también, occidental). En el Cusco, en términos culturales, el pasado está más vivo que nunca, pero el presente y futuro no tiene acogida ni bienvenida.


Y conste que no hablo de los pobladores de escasos recursos económicos, aquellos cuya preocupación esencial es el pan que se llevarán mañana a la boca y no la última novela de Paul Auster. No. Hablo de aquella burguesía empresaria y emergente, cuyos miembros más jóvenes (y otros no tanto) se descalabran quemando con alcohol las últimas neuronas que les quedan en las discotecas de moda. Hablo de aquella clase media y alta, repleta de viejas y viejos (y otros no tanto) chismosos y pitucos que viven sacando lustre a un apellido que jamás lo tuvo en el pasado (los más llegaron a estos pagos con más hambre que dignidad) y que viven con holgura gracias a las rentas que generan sus casonas en el centro histórico.


Gustavo Faverón (con quien algunas veces concuerdo y otras muchas discrepo) en su blog Puente Aéreo (http://puenteareo1.blogspot.com/), refiriéndose al Cusco, ha escrito el artículo denominado "Moderno, cosmopolita e iletrado", donde da cuenta del fenómeno antes descrito. Demás está decir que le han caido con todo aquellos qosqorunas que piensan que está equivocado en su análisis. Lo reproduzco aquí, ustedes, queridos herejes, juzgarán...


"Moderno, cosmopolita e iletrado (¿Y si la modernización tuviera que comenzar por el principio?)


El Cusco es sin la menor duda una de las ciudades más cosmopolitas del Perú; la única en que se siente de inmediato la presencia de extranjeros y locales, capitalinos y provincianos, pequeños comerciantes y empresarios inmigrados, que dan forma a una urbe múltiple, cada vez más multilingüe, cada vez más abierta a todo tipo de influencia, cada vez más incierta y cambiante.


Al mismo tiempo, de manera poco menos que paradójica, es una ciudad políticamente inclinada hacia el balcón del nacionalismo humalista, y con ello a su discurso, que es una forma de chauvinismo, de xenofobia y de provincianismo a rajatabla.


Muchos cusqueños creen de manera intuitiva y pragmática en las virtudes del cosmopolitismo, pero siguen reaccionando visceralmente ante la realidad palpable de que el sur peruano está olvidado, marginado, mirado por sobre el hombro y acaso despreciado por el ojo del poder central.


Ven el auge del turismo como algo que han logrado ellos, y a la marginación secular del sur como responsabilidad limeña, del Estado y los sucesivos gobiernos. Entienden a Humala como alguien que podría transformar lo segundo sin afectar lo primero, lo cual, por supuesto, es más que dudoso.


En el Cusco hay una sola librería rescatable, la que administran, si no lo entiendo mal, La Familia y el Instituto Bartolomé de las Casas (y a esta última institución se debe la subsistencia de la única biblioteca interesante en la ciudad).


Todas las demás librerías, exceptuando a las que se abastecen totalmente de ediciones piratas, venden sobre todo volúmenes en inglés, francés, alemán e incluso portugués. Los libreros cusqueños presuponen (o peor aún: confirman y saben) que sólo hay negocio en vender libros a turistas, porque los peruanos no leen, y eso incluye a los que llegan desde Lima.


En el Cusco, actualmente, se presenta una sola pieza teatral, Paukartanpu, del grupo Kusikay. Es una pequeña obra inspirada formalmente en el mundo del circo y la danza (un poco a lo Cirque de Soleil, enormemente más modesto) y también en la tradición andina. La pieza no tiene diálogos, porque su director supone que su público objetivo es, también, foráneo.


Félix Reátegui me hace notar que el Aeropuerto Jorge Chávez, de Lima, es probablemente el único gran terminal aéreo internacional que no ofrece una librería siquiera decente a sus pasajeros. Lo han modernizado, eso sí. De hecho, ahora es un bello y cómodo aeropuerto. Pero, como dice Félix, parece que en el Perú "modernizar" implica, aunque sea lateralmente, derribar y desaparecer librerías o cosas similares.


Tampoco hay librería en el aeropuerto del Cusco.


Y no hay cine alguno respetable en la vieja capital imperial. Les pregunto a dos cusqueños al respecto y me dicen que la gente alquila películas pirateadas y las ve en casa. Una frase se me queda en la cabeza: "El cine ya no es novedad, ha pasado de moda".


Lucho Nieto Degregori me dice que en el Cusco hay un cineclub casero, que pasa películas informalmente, en DVD, en la pantalla de una tele.


Por algún motivo, todo esto me hace recordar cuando, a fines de los 90s, el diario El Comercio, en el que yo trabajaba, se sometió a un carísimo proceso de rediseño a cargo de una empresa consultora española. Parte del resultado fue reducir a cenizas la gruesa sección de internacionales que en el pasado ocupaba casi un cuerpo entero del periódico.


La otra medida notable de la "modernización" de El Comercio implicó la virtual desaparición de su sección cultural, que pasó a ser una especie de bebe nonato extraviado en las entrañas del cuerpo C del diario, entre noticias sobre Britney Spears, la moda en Hollywood y el mundo de la malnutrida farándula peruana.


Hace poco pasé tres semanas en Brasil. En Rio de Janeiro hay librerías que permanecen abiertas las 24 horas, que sirven café durante la noche y en cierto momento presentan música en vivo.


Rio es una megalópolis, eso está claro: difícilmente resulta comparable con alguna ciudad peruana, menos aún con una de provincias.


Pero a cuatro horas de Rio está Parati, una ciudad infinitamente más pequeña que el Cusco, y que, a pesar de ser turística, recibe mucho menos viajeros que Lima o Cusco. En Parati, sin embargo, hay al menos tres buenas librerías, que venden ediciones de todo el canon de lengua portuguesa y una selección notable de autores brasileños contemporáneos. Y hay un festival internacional de teatro y la famosa Fiesta Literaria, cada año en julio.


El Cusco es una ciudad hermosa y sui generis, acaso única en el mundo; su industria turística florece, los hoteles abundan y son cada vez más bellos, hay restaurantes de todo tipo en cada cuadra del casco antiguo y no pocos fuera de él.


Es bastante limpia, tiene una lógica propia, es acogedora, descubre secretos en cada esquina, resulta apasionante, invita a regresar e incluso a quedarse. Comparada con la ciudad que vi en mis cinco viajes anteriores al Cusco, en los últimos veinticinco años, la urbe de hoy está evidentemente mejor equipada para recibir y acomodar.


Y tiene otros puntos cada vez más altos: a la restauración de los monumentos históricos se suman la proliferación de museos bien mantenidos (el notable Museo de Arte Precolombino); el auge de visitas de académicos ligados al mundo de la historia, la antropología, la sociología, la arqueología; el crecimiento de los campus universitarios; la actividad de algunos escritores y músicos, el mantenimiento de la tradición de los Mérida y los Mendívil, etc.


No se nota, sin embargo, que una vez traspuesto el centro histórico las cosas hayan cambiado mucho para mejor: la pobreza reina, la vida sigue siendo endeble y difícil, precaria: las calles sin asfaltar abundan, muchas zonas carecen de agua y de luz, las barriadas crecen sin concierto, trepan los cerros circundantes y empiezan a declinar por la otra ladera.


Quienes piensan que basta con la inversión privada y la abundancia de divisas circulando en una región para que los marginados salgan del rincón al que se les ha empujado, están en un error que el Cusco demuestra visiblemente: una modernización caótica también puede circular por compartimentos estancos, cerrarse en circuitos herméticos, arrimar más allá a quienes ya estaban abismados desde antes.


La modernización estrictamente comercial, la que se deja confiada al establecimiento de nuevos negocios y nuevas empresas, no necesariamente conduce a la promoción de eso otro de lo que el Cusco parece carecer, todavía, en enorme magnitud: la producción y la distribución de una cultura contemporánea, que yo --acaso, quién sabe, por malformación profesional-- sigo viendo ligada a los libros, las librerías, las bibliotecas, las galerías, los teatros, los cines, las facultades de humanidades, de artes, cosas así.


Pero claro: no hay lugar para ello en un mundo en que la educación escolar sigue siendo, para el Estado, una entenada que uno mantiene de mala gana, en la que se invierte una miseria que multiplica la miseria previa en lugar de corregirla, y a nombre de la cual se hacen pobres campañas de alfabetización que son apenas un remiendo en un tapiz infinitamente agujereado.


Corregir eso es la única manera de comenzar una modernización que provoque el establecimiento de una verdadera forma de modernidad."

sábado, 1 de agosto de 2009

Sábado a la madrugada con Wishbone Ash

Es extraña la sensación de estar solo. A veces, cuando no hay oportunidad y uno anda en mil y una cosas, atareado, maldiciendo al mundo, aburrido y cansado de la rutina, secretamente hace planes imaginarios para enviar todo al diablo y descansar perniabierto haciendo las cosas que más le gustan, disfrutar de unas vacaciones bien merecidas. Luego, cuando por fin llega el tiempo antes tan añorado, uno se abruma, se desconcierta y no sabe qué demonios hacer con tanto tiempo libre. Así de contradictorios solemos ser los seres humanos.

Por ejemplo, este humilde hereje. Sábado a la madrugada y la casa en completo silencio. Miles de cosas pendientes por hacer y planeadas de antemano. Decenas de libros esperando su oportunidad. Y, de improviso, un completo desgano vital, un aburrimiento digno de mejores causas. Felizmente suena en el equipo "Argus", el tercer disco de los magistrales Wishbone Ash. Mientras avanza la canción "Time Was", la vida, poco a poco, parece que va recobrando nuevamente su sentido.

La magia del rock que le dicen.

viernes, 24 de julio de 2009

"Haiga" y los Abogados


Cada vez que oigo a alguien que dice "haiga" por "haya" me rechinan los dientes.

Puedo entenderlo cuando la alocución viene de gente que no tiene la obligación de hablar correctamente, pero cuando la malhadada palabra sale de la boca de un profesional y, especialmente, de un abogado, el inquisidor que llevo dentro se alborota y quisiera enviar al susodicho, sin proceso previo, a la hoguera. Y no es que sea un defensor puritano de la lengua castellana, pero me parece que alguien que se gana los frejoles, fundamentalmente, por su verbo -hablado o escrito- tiene la obligación imperativa de hacer un uso correcto del idioma.

Conozco casos de antología. Por ejemplo, en mi ciudad habita un famoso abogado tributarista, colorado, bien a la camioneta 4 x 4 y estudio de moda ("bufete" le llaman los huachafos), egresado de la Católica (lo cual me hace desconfiar aún más de sus egresados), que, sin empacho alguno, suelta sus "haiga" como metralleta. Cualquiera que sea su auditorio regala los "haiga" como bendiciones. Antes, cuando todavía lo frecuentaba, sentía una especie de verguenza ajena escucharlo hablar y trataba por todos los medios corteses de hacerle caer en cuenta de su error, ahora, que estoy distanciado de él (además de rústico resultó estafador) que el diablo se lo lleve junto con sus "haiga" de rigor.

En fin, cada día me siento más alejado -espiritual y socialmente- de mis congeneres abogados y más cerca de los ciudadanos de a pie que tienen la desdicha de sufrirlos.

"Parece que en la Lima actual, de población migrante de origen rural, el uso de esta forma verbal anticuada no sólo se ha conservado, sino que también se ha extendido hasta abarcar grupos socioeconómicos antes no involucrados. Y, por otra parte, la censura social se ha relajado tanto en lo que se refiere a este uso que hasta hay quienes afirman que haiga cuenta ya con la aceptación de la Real Academia. No es así, por supuesto, y no creo que lo sea en el futuro. Porque el uso que se acata como amo del lenguaje es el uso culto generalizado. Y haiga es un uso incorrecto e inculto." [Martha Hildebrant, El habla culta (o lo que debiera serlo), pág. 156]

sábado, 11 de julio de 2009

Una y muchas muertes

Me entero que el pasado 6 de julio ha fallecido Enrique Congrains Martin (1932-2009).

Autoexiliado del Perú por voluntad propia, Congrains era de esos raros casos de escritores que un día, de un momento a otro y movido por circunstancias desconocidas, decide dejar de escribir y borrarse del panorama y el mundillo literario. Alguien diría, siguendo a Vila-Matas, que era un Bartleby más, alguien a quien la vida y sus pequeñas miserias lo reclamaron a sus dominios alejándolo de la literatura.

Desempolvo mi vieja edición de "No una, sino muchas muertes" (1967) publicada en Montevideo por la editorial Alfa y vendida a precio de regalo hace ya muchísimos años, en el mercado de Jesús María, por un librero ambulante, gordo y alcohólico, quien cada vez que me veía llegar por novedades me llamaba 'camarada' y entonaba la Internacional Socialista mientras me invitaba un trago de su mortal mezcla rebajada.

Busco también -y encuentro- una vieja revista Quehacer (número 46, abril-mayo de 1987) donde, luego de 30 años de silencio sin conceder entrevista alguna, conversa con Tomás G. Escajadillo y Carlos Caldeón Fajardo sobre el Perú, la literatura, Sendero Luminoso y un variado etecétera.

Transcribo algunos fragmentos de ambas a modo de homenaje, sobretodo ahora que estamos frente a una y muchas muertes.

Del inicio de la novela:

"Precedediendo a Berta, al fin emergió del humo que cubría gran parte del basural, y poco a poco, como para reencontrarse, fue tomando contacto con las referencias habituales del paisaje: al fondo, a medio kilómetro de distancia, sobre el barranquito que daba al acequión paralelo al Rímac, la silueta del lavadero de pomos, y en el trecho que aún debían andar, en aquel restante sector húmedo, vegetal y podrido, los chanchos y los gallinazos, repartidos por toda la blanda superficie, limpiada previamente por otros hombres y animales de lo útil para las reventas y de lo provechoso para el engorde y sobrevivencia."

De la entrevista:
"Para mí el Perú se jodió el día que nos invadieron y conquistaron los españoles. Ese es mi punto de partida histórico. Pero es un se jodió temporal, absolutamente temporal. Es un jodió que justamente nuestra obligación histórica es resolverlo"
[...]
"Creo que la fuerza de Sendero no radica en su proyecto maoísta formal u oficial, sino en que renueva la revolución de Túpac Amaru. Sendero no es un grupo postizo; es un grupo que ha arraigado y está recogiendo toda la vitalidad del elemento indígena"
[...]
"Yo no creo que los problemas del Perú , los verdaderos problemas del Perú, se resuelvan por las vías legales"
[...]
"Me gustaría que hubiera un Inca, que sea representante del Estado y el representante de los peruanos, de todos los peruanos, exactamente como el rey Juan Carlos de España. Y un presidente moderno , un presidente elegido por otras vías"
[...]
"(...) el Perú criollo tenía tres alternativas frente al problema indígena, desde su punto de vista. La primera solución era el sistema norteamericano o el sistema australiano: el exterminio del indígena, captar una fuerte corriente migratoria europea y convertir al Perú en lo que más o menos es la provincia de Buenos Aires, no toda Argentina, o lo que es parte de Chile, un país más o menos blanco. La segunda alternativa era asimilar al indígena promoviéndolo. Y por último, la alternativa del cholo barato, la del indio barato. Esa fue la alternativa que escogieron, y ahora la están pagando con Sendero Luminoso"
[...]
"Dejé de escribir después de No una, sino muchas muertes, novela que nadie ha sabido entender [...] es una novela básicamente política; nadie la tomó en ese sentido: la tomaron como una novela de los basurales, del lumpen. Es una novela donde yo transmito, trato de transmitir un mensaje a la mujer (...)"

viernes, 3 de julio de 2009

Gracias Shakey


Desde siempre, Neil Young ha sido uno de mis iconos musicales y culturales obligados. Recuerdo que, cuando andaba en la universidad, en aquellas reuniones interminables de fines de semana pobladas de botellas y cigarrillos, siempre estaba presente Neil Young acompañándonos con sus canciones. Muchas veces, totalmente borrachos ya, entonábamos algunos de sus himnos en voz alta, destrozando los oidos del vecindario y de mis pobres viejos. En esas pequeñas fiestas, uno de los mayores entusiastas con Neil Young era mi viejo amigo Kaiserkeller.

Ahora que anda por Alemania estudiando cosas inintelegibles, tuvo la oportunidad de asistir por primera vez a un concierto de Neil Young y lo que sigue es una pequeña crónica de ese momento de comunión con nuestro viejo Shakey. Estoy seguro que, en algún momento de ese concierto, estuvimos presentes con él todos aquellos que, desde ese pequeño cuarto blanco perdido en Los Olivos, disfrutábamos de sus canciones y sus melodías.

"¿Se puede traducir la música? Y no sólo me refiero a los textos sino a todo el concepto musical. Eso es lo que traté de hacer el día en que por primera vez escuché a Neil Young, genio donde los haya.

Dentro del espectro musical, pocos son los músicos que crean climas distintos con sus melodías y ese ha sido siempre el caso del popular Shakey. Hace un par de semanas pude comprobarlo frente a él cuando, sin mayor parafernalia y armado únicamente con sus guitarras, se paró en el escenario y con tan sólo un parco movimiento de mano, que significaba ‘hola, aquí estoy’, inició un repaso de su extensa carrera musical.

Dar un recuento de cada tema interpretado con magistral intensidad resultaría ocioso, la experiencia Young fue apoteósica, duros y violentos riffs, cruda violencia sonora y remanso acústico espiritual, parecía que nos llevaba del paraíso al averno, ida y vuelta y sin escalas.

Cada instante ha quedado marcado en el recuerdo y gracias al portal youtube puede ser revivido de alguna manera. Nueve mil personas deseosas de escuchar a nuestro querido (anti) héroe quedaron extasiadas (y, seamos honestos, vivimos de héroes y antihéroes cada día y en Young confluyen ambos).
Desde el inicio con su rudo “hey hey my my”, pasando por el medio con el adorable “unknow legend” para llegar al final con el violento tributo “a day in the life”, en el cual Young desgarró las cuerdas, en violenta escenificación, hasta que él y su tropa se retiraron en medio de una ardiente emoción. Young no pronunció muchas palabras (es más bien parco y ese también es su estilo) pero dejó el más hondo mensaje a cada uno de nosotros. Tal como escribió muy bien un periodista al día siguiente, Neil Young no es la máxima expresión de la técnica en la guitarra pero sí es la máxima expresión del minimalismo guitarrero, y yo agregaría que la máxima expresión de honestidad musical.

Gracias Shakey."

lunes, 8 de junio de 2009

Esperando a Roncagliolo


Mi amigo Rosendo me la prestó sin mucha convicción, casi como deshaciéndose de ella. "Se extraña al narrador de 'Pudor'", me dijo escuetamente y abandonó la novela en mis manos.

Comenzé a leerla sin muchas expectativas, casi por obligación. Sin embargo, pasadas las primeras hojas, poco a poco, la historia de la nueva novela de Santiago Roncagliolo (Memorias de una Dama: Lima, Alfaguara, 328 páginas) comienza a agarrar vuelo y se deja leer con facilidad.

La novela narra la historia de un joven aprendiz de escritor que busca en España afirmar su vocación, la cual -en el Perú, su país de origen- corría el riesgo de convertirse en un hobby pasajero. El muchacho va en busca de cualquier trabajo que le permita subsistir mientras aguarda la oportunidad adecuada para escribir la novela que lo sacara del anonimato literario europeo. En esas anda cuando conoce a Diana Minetti, una millonaria dominicana y aristocrática que lo contrata para que -como negro literario- escriba sus memorias. La novela, a partir de entonces, desarrolla dos historias en paralelo: las peripecias del joven sudaca para subsistir en España e insertarse -arribista, en el puro sentido limeño de la palabra- en el mundillo literario español y la historia de la familia de la millonaria dominicana en plena dictadura de Trujillo, en donde se gestó una fortuna non santa que ahora reclama la vieja dama.

Sin duda la parte más lograda de la novela es aquella que relata el origen del poderío de la familia Minetti en la República Dominicana y las peripecias del joven escritor para desentrañar los oscuros hilos tejidos alrededor de esa madeja. La otra parte de la historia (aquella centrada únicamente en la vida del joven escritor y sus desventuras) es predecible y, muchas veces, aburrida, a pesar que desfilan en esta etapa como personajes Vargas Llosa y el mismo Roncagliolo, quien es tomado como el cliché del nuevo escritor famoso: pedante e insoportable ("A la cuarta cerveza, Roncagliolo, con su apellido ridículo y sus maneras de señorito, ya me caía bien: era lo que yo quería ser, era lo que quizás yo podría ser, era un amigo natural, un alma gemela del Paraguay").

En un anterior post sobre Roncagliolo comenté que había que esperar al muchacho. En esta novela, en efecto, se nota mucho más el nervio y el oficio y la técnica parece un problema resuelto, sin embargo, todavía se percibe que falta algo, un toque, un halo, quizás el sello imperceptible de los maestros.

Esta es la tercera novela de Roncagliolo, la tercera novela de Vargas Llosa fue Conversación en la Catedral.

Del Libro:

"Pero el problema real no era el dinero, sino la autoestima. Lima era en esos años una ciudad deprimida, donde cualquier ilusión corría el riesgo de ser detectada y aniquilada a la menor señal de vida. Y la prosperidad no cambiaba eso. Los pocos amigos con que aún me escribía eran socios menores en estudios de abogados, periodistas de televisión, guionistas de productoras transnacionales. Tenían autos y casas, algunos hasta esposas y putas y eso. Pero se quejaban igual. Todo les parecía horrible en Lima. Si les escribía que pensaba regresar, nadie me decía:
-Qué bueno, hermano, nos tomaremos unas cervezas.
Sino:
-¡Noooooo! ¿Estás loco? ¡Esto es una mierda! ¡Quédate en España!"

domingo, 7 de junio de 2009

LODAZAL



Detenido en el desconcierto
asumo el áulico aullido de las derrotas.
El lobo busca su natural religiosidad
contra la muerte.
Llueve la vida con asombro.
Llueve en los tapices de carne.
Llueve en los esperpénticos vueltos
enmascarando territorios de súplicas.
Hay humo.
Hay miedo.
Y las palabras explotan fastidiadas.

Y trepida una estrella.
(Jorge Pimentel, En el Hocico de la Niebla)


Domingo Rojo



La muerte en Bagua celebra la ineptitud de los políticos. Ha reclamado para sí vidas de ambos bandos. Por un lado, policías pagados con un sueldo miserable que no saben porqué dejan su sangre y sus anhelos regados en el piso. Por el otro, indígenas secularmente olvidados por el Estado y llevados a una confrontación inútil por obra y gracia de los politiqueros de siempre.

Al final, la muerte de pie y aplaudiendo, feliz.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Amores Perros

Trato de matar el tiempo un sábado. Tengo media hora y unos soles en el bolsillo. Entro a una de las pocas librerías que hay en mi ciudad. Husmeo entre títulos antiguos y otros no tanto. Diviso el libro de Magaly Medina y sonrio. Me encuentro con una edición boliviana de“Lo que Varguitas no dijo”, el libro de Julia Urquidi Illanes, la primera mujer de Vargas Llosa, y sonrio dos veces. Lo compro y salgo dispuesto a entrometerme en la vida íntima del escritor.


Cuando Vargas Llosa publicó en el año 1977 “La tía Julia y el escribidor”, su primera esposa, Julia Urquidi Illanes acusó el golpe (“…me sentí amargada de que ponga mi vida al descubierto”, pág. 327) y se dispuso a fraguar una velada venganza en forma de libro. “Lo que Varguitas no dijo” (La Paz, editorial Khana Cruz, tercera edición, 1995, 329 páginas) se publicó originalmente en 1983 y supuso la versión de parte de la famosa “Tía Julia” sobre la relación amorosa y marital que sostuvo con el aún imberbe escritor. Así como una minuciosa historia de los detalles que le llevaron a la separación y posterior divorcio –prima hermana por delante- del escritor.

De entrada, en el prólogo, Julia Urquidi levanta el pie y escribe: “No han sido pocas las dificultades que he tenido que vencer para que este libro salga a la luz, desde la amenaza velada –a través de terceras personas- hasta querer silenciarme –con malas artes- con la compra de originales por una suma que no era de dejar pasar” (pág.15).
Cuando se conocen, en Bolivia, Julia tenía 19 años y Vargas Llosa 9 años (“Mario era un niño debilucho, engreído y antipático; toda la familia vivía alrededor de él y él tenía conciencia de su privilegiada situación y sabía cómo aprovecharla. Parece que desde niño supo sacar ventaja de quienes lo querían.”). Luego, 10 años después, cuando se reencuentran, Mario era un estudiante universitario y Julia había atravesado su primer divorcio. Poco a poco, el amor se va instalando entre ellos y deciden casarse clandestinamente en Chincha, ante la oposición de la familia que veía con malos ojos este amor extraño entre la tía y el sobrino (Julia Urquidi era la hermana de la mamá del escritor).

Viven en Lima un tiempo y después deciden quemar sus naves y viajar a Europa. Primero en Barcelona, luego a París. Durante este tiempo, en la pareja, se suceden escenas comunes en la vida marital: celos, peleas, rupturas, reconciliaciones y todo desde el principio. La cosa se agrava cuando viaja a vivir con ellos la prima hermana de Varguitas y la sobrina de la tía Julia, Patricia Llosa, la verdadera manzana de la discordia. Patricia comienza a estudiar en la Sorbona y entonces Julia comienza a notar un extraño cambio en el comportamiento de Varguitas: pasa más tiempo con Patricia, van al cine juntos, cuchichean, cuando viajan ella se sienta al lado de él, en fin, señales evidentes que algo se traen entre manos. Las crisis de celos de la tía Julia se agravan hasta llegar a intentos de suicidio. Varguitas no reconoce el nuevo amor y trata que las cosas sigan como están. En ese tiempo, un avión de Air France con destino a Lima se estrella poco después de despegar, en él viajaba Wanda Llosa, la hermana mayor de Patricia, que también vivía en París con Mario y Julia. Patricia, destrozada, retorna a Lima.

Durante un tiempo la pareja vive sola y los problemas empeoran. Julia nota a Varguitas lejano, distraido y melancólico, pero éste impide siquiera hablar del tema. El tiempo transcurre y “La Ciudad y los Perros” es premiada con el Biblioteca Breve de Seix Barral. La carrera del escritor comienza a despegar. Atraviesan un breve periodo de tranquilidad y Mario le pide permiso para viajar a Lima para cotejar algunos datos del primer borrador de La Casa Verde. El permiso le es concedido y Varguitas viaja a Lima para ya no volver junto a la tía Julia. El reencontrarse con Patricia fue el detonante y el escribidor rompe su matrimonio por carta. Le pide el divorcio a su tía para casarse con su prima hermana.

Julia Urquidi queda muy dolida por el comportamiento de sus sobrinos, a los cuales acusa de no haber actuado con la honestidad debida cuando tuvieron la oportunidad. Estigmatiza a Varguitas con un egoismo digno de mejores causas. “Tenía fe en él y una gran confianza. No me equivoqué en lo literario. Como hombre me defraudó. Cuando ya su nombre empezó a ser conocido y tenía una vida nueva me excluyó. Lo anterior ya no servía. Ahora tenía que ascender con nuevas emociones y relaciones. Los sacrificios de quien tanto le había dado ¿qué importancia tenían? Eso ya no valía nada. Ya logró lo que quería. Borrón y cuenta nueva. Sólo importaba él.”

Como anécdota, con gran frescura, luego del divorcio con la tía Julia y el inminente matrimonio entre los primos hermanos, Varguitas llama a Julia a La Paz y le pide un favor: que le consiga la partida de nacimiento de Patricia en Cochabamba pues es un requisito legal ineludible para casarse.

Las páginas del libro son una crónica de un amor extraño (los psicoanalistas tendrían que analizar la pertinaz voluntad endogámica de Vargas Llosa) y destilan pasión, odio y revancha. Como debe ser, además.
.
Cierro el libro y no sé porqué me siento como si hubiera visto un programa de Magaly Medina.

(Mario y la prima Patricia, travesuras de la niña mala)

lunes, 18 de mayo de 2009

METALLICA: Oberhausem, mayo 16, 2009

De todos los conciertos que alguna vez quisiera ver en Lima, sin lugar a dudas, el de Metallica ocupa el primer lugar. Cómo olvidar que la energía y potencia de su música fue un refugio cuando la adolescencia infundía miedos y temores y uno necesitaba algo con qué identificarse. Luego, pasados los años y crecida la panza, seguimos agitando los pies y la escasa melena que queda cuando oimos algunas de sus clásicas canciones (hace algunos años, con mi mujer, nos quedamos hasta las 5 de la mañana en el Kamikaze cusqueño únicamente por bailar Whiskey in the Jar, la inmejorable versión de Metallica del clásico de Thin Lizzy).

Nuestro querido amigo Kaiserkeller, perdido desde hace años en tierras germanas, nos envia la siguiente crónica, a modo de colaboración, sobre el concierto de Metallica en Alemania y su particular experiencia.

“Recuerdo era el año 1988 cuando un amigo me prestó un casete de la época conteniendo dos temas que me hicieron ver distinta la música de aquel entonces, los temas en mención eran Whiplash y Motorbreath de un disco directo y sin concesiones llamado Kill´ em all, así es: estoy hablando de Metallica. A partir de aquella época empecé a seguirles el paso y entre grandes obras y algunas críticas posteriores, siempre seguí escuchándolos con deleite.

Luego de mucho tiempo, por fin, el momento de confrontar la dimensión de su música llegó. El lugar: Oberhausem, Alemania; la fecha: el pasado 16 de mayo. Ese día quedará en mi recuerdo pues estuve frente a los 4 grandes del thrash, frente a Metallica. La banda ya madura (en el mejor sentido de la palabra) y super experimentada rompería los fuegos aquella noche.

Dos previos calentarían el ambiente del König-Pilsener-Arena de Oberhausem, dos grupos que a decir verdad no los conocía pero que a la gente del bastión metal los remecía. Primero, a las 7 de la noche, hizo su aparición "Machine Head", una banda con base de heavy setentero y, la segunda, alrededor de las 8, "The Sword", una agrupación de metal total que hizo vibrar a gran parte del estadio, en mi caso, cuando tocaron un cover de Iron Maiden, la clásica "Hallowed be my Name", y para despedirse, tocaron un tema suyo para el cual invitaron a su amigo de años James Hetfield, así es, ese fue el primer encuentro con el ya mítico vocalista de Metallica, él subio al escenario, saludó a todos, y armado con su guitarra, participó con el referido grupo, tocaron como muchachos que gozan la música en un garaje o en su cuarto y se despidió con un hasta luego.

Metallica se hizo esperar, siendo las 9 y 25 de la noche el escenario circular se oscureció y se escucharon los toques del clásico tema de Ennio Morricone: "Ecstasy of Gold", la introducción que siempre usa Metallica al inicio de sus conciertos, ese tema transportó a todos de inmediato y desbordó la emoción de cada uno. De pronto, en el escenario, los 4 jinetes, ataviados de sus instrumentos, rompían los fuegos de la noche con dos de sus temas del nuevo álbum "That was just your life" y "The end of the line", sin embargo, en el fondo, todos esperábamos los clásicos de siempre, como sucedió después, así, unos minutos después, empezaban los acordes de "One". A estas alturas, la emoción ya era envolvente y la parafernalia del mismo recreaba un escenario de guerra con lenguas de fuego y balas, cuyas trayectorias eran marcadas por los rayos láser.

No quiero hacer un recuento canción por canción porque resulta casi imposible descibir ese espectáculo, pero sí queda claro que la intensidad del concierto fue algo para mí insospechado, nunca habia presenciado un concierto con tal fuerza, Metallica entonó himnos como "Master of Puppets", "Damage Inc.", "Seek and Destroy", "Nothing else Matters", “Sad but True", etc.

Luego de las más de dos horas de alto voltaje, comprobé que los cuatro jinetes del metal son no en vano los dioses del género. James Hetfield es un tío en permanente contacto con el público, Hammet, el guitarrista nato de una banda, Rob Trujillo, simplemente imponente como se desplaza en el escenario tocando el bajo y Lars, cerebro de la banda, un director de orquesta con todos los años de trajín rocanrolero. Simplemente cuatro profesionales de la música y de forma de ser bastante carismática.

El concierto se cerró luego que regresaran a pedido del público y regalaran tres temas más, cerrando con "Seek and Destroy", así despedía Metallica la noche.

Entonces, un ejército enfundado en sus polos con los logos de la banda se empezaba a retirar del estadio, esperando, tal como dijo Hetfield, pronto volver a vernos. Metallica, I´ll see you again!"

REQUIEM

Debió ser premonición. En un anterior post agradecía al maestro Benedetti por el fuego de sus palabras y me lamentaba por su probable ausencia. Pues bien, desgraciadamente, el infausto día se adelantó.

Mario Benedetti murió el pasado 17 de mayo en su Montevideo de siempre. Tenía 88 años.

Alguna vez le preguntaron cómo se soportaba el mundo y él sin titubear respondió: con amor.

Buen viaje, maestro.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Gracias por el Fuego


Cuando andaba en la universidad, uno de mis héroes literarios e indiscutibles de siempre fue Mario Benedetti (Uruguay, 1920).

Pocos como él podían plasmar tan bien en un poema, en unos pocos versos, todo el huracán de sentimientos que uno lleva en el pecho cuando se es joven. El amor, la muerte, la injusticia, todo estaba en sus palabras urgentes. Cada vez que buscaba respuestas, cada vez que la confusión me atenazaba la garganta, encontraba siempre refugio entre sus páginas. También, más de una vez, me gané besos inmerecidos y apasionados por recitar de memoria sus versos exactos a las muchachas que transitaban por mi vida. Benedetti era el santo que ocupaba un lugar privilegiado en mi altar particular.

Después, inevitablemente, pasó el tiempo. Uno crece, madura (¡ja!) y sienta cabeza. La literatura se va convirtiendo en un oficio serio y los gustos se van refinando. Nuestros amigos comienzan a buscar autores mayores y más complicados. Lo que antes era fundamental ahora se convierte en simple y básico. Las confusiones y los miedos ahora son otros. El amor se transforma y deja ser el epicentro de nuestros quehaceres diarios. Poco a poco vamos olvidando todo aquello que aprendimos. Con el tiempo, las mujeres dejan de pensar en poetas y buscan empresarios.

Sin embargo, al menos para mí, Benedetti siguió siendo un santo de mi devoción, una voz fundamental en el camino, un hermano mayor con cosas siempre interesantes que decir, vamos, un maestro. Lo digo en voz alta y sin ruborizarme. Poco me importa si no sueno políticamente correcto y si comienzan a mirarme por encima del hombro. Como ayer, sigo encontrando en sus páginas ternuras escondidas y sigo estremeciéndome con sus mil definiciones del amor.

Ahora que anda enfermo y la vejez de sus 88 años le pasan la factura de todo lo vivido, ahora que quizás está próximo a iniciar el largo viaje hacia lo desconocido; a sus acólitos (su familia extendida por todo el planeta) no nos queda más que recitar, como una vieja y olvidada plegaria, varios de sus poemas como un esotérico mensaje de energía. De energía y eterno agradecimiento.

Gracias por el fuego, viejo.


CUMPLEAÑOS
Cada vez que cumplo años
no estoy para festejos
entro conmigo en la soledad
y me pongo a escuchar
una aurícula cualquiera
que al menos por ahora
no dice basta
.
el pasado es simplemente un hontanar
donde circulan castigos y perdones
todos con rumbo al secreto del sur
aunque a veces se pliegan al sureste
.
el pasado es también un arbolito
con colonias de pájaros inmóviles
que hace tiempo dejaron de cantar
.
cada vez que cumplo años
me sitúo de espaldas al futuro
para que no me reconozca
.
no olvidemos que en el porvenir
la vieja muerte tiene su morada
con ventanas hacia todos los paisajes
y ritos pendientes
en todos los siglos
.
cada vez que cumplo años
me olvido de contar con los dedos
y me quedo tan quieto y silencioso
como un viejo volcán pagado
(de Canciones del que no Canta)

jueves, 7 de mayo de 2009

Status Quo

El día de ayer converso con un entrañable amigo. También trabaja para el sector público y me cuenta que está cansado y aburrido de la burocracia irredenta que la puebla. Quiere tirar la toalla. Trato de darle ánimos pero al final me quedo pensando. ¿Pasaré más años en esta oscura oficina? ¿Veré pasar mi vida sentado en esta esquina? Me acuerdo de un poema del entrañable Juan Gonzalo Rose y me comienzo a preocupar...

RETRATO

Ayer vi un hombre
entusiasmado.
Con cierta inteligencia,
con 25 años de ir al Ministerio
y entusiasmado.

Con sonora calvicie,
con ágiles arrugas que subían
desde su pantalón
hasta la frente:
además sobrio

y entusiasmado.

Como si fuese el Pato Donald...
entusiasmado,
muy entusiasmado.

(No estás en tus cabales, Entusiasmo:
a mí
no me harás eso).
(Juan Gonzalo Rose)

miércoles, 6 de mayo de 2009

Las Lenguas Malditas

Cuando un escritor se aficiona con un tema es muy difícil que se aparte de él. Es un terreno seguro y sobre él puede edificar sus aposentos con relativa tranquilidad. Sus libros, aun cuando distintos, darán la impresión de ser sólo un único e invariable compendio que gira alrededor de una idea central, de una obsesión, muchas veces de un filón rentable.

Cuando leo a Pablo de Santis (Buenos Aires, 1963) me sucede lo antes descrito. Tengo la impresión que cada nuevo libro que descubro, al menos un atisbo de él, ya lo visité en otro, como si fuera un eslabón más de una larga cadena.

La Traducción (1998) resultó finalista del Premio Planeta en 1997. De Santis aún no era muy conocido pero ya se notaba el talento, el oficio y las ganas de hacer las cosas bien en cada una de sus páginas.

La historia se desarrolla en Puerto Esfinge, un lugar abandonado, solitario y fantasmal de la costa argentina, donde se desarrolla un congreso sobre traducción al cual acuden lingüistas y especialistas en esta materia. Como suele suceder en los congresos de cualquier especialidad, sus participantes agrupan a gente de toda laya, desde incautos y fracasados hasta exitosos nombres que resplandecen como el neón en su especialidad. A medio camino entre estos dos extremos está Miguel de Blast, traductor de textos científicos, casado, quien lleva una vida tranquila (que muchas veces es sinónimo de aburrida) y no suele hacerse problemas por la mayoría de las cosas. Únicamente acepta la invitación al congreso cuando descubre que, entre la lista de invitados, está también el nombre de Ana Despina, el amor de su vida 15 años atrás. Y también el de Silvio Naum, el hombre que se la arrebató hace igual cantidad de tiempo.

El problema es que, misteriosamente, comienzan a sucederse muertes entre los participantes al congreso que alborotan el viejo y olvidado hotel de Puerto Esfinge. De Blast irá tratando de descubrir las causas de las extrañas desapariciones mientras trata de recuperar del olvido su antiguo amor y una extraña lengua se entromete en la historia (la lengua del Aqueronte: la lengua de los infiernos).

Pape Satan, Pape Satan, Aleppe.

Del Libro:

“Antes que llegáramos al hotel detuve a Ana tomándola del brazo, acerqué mi cara y la besé. Aceptó el beso pero después dijo: Eso no es nada. Es una postal que uno le manda a alguien que está lejos y que va a seguir estando lejos.”

“Los libros escritos en nuestra propia lengua los leemos como miopes, acercándolos demasiado a los ojos. Pero los libros traducidos los alejamos para que se vuelvan nítidos. El punto de enfoque está un poco más lejos”.

“El silencio –comenzó a decir- es igual en todos los idiomas; pero ésta es una verdad aparente. Quienes buscaron, a través de los siglos, las reglas de un idioma universal, creyeron que el silencio era la piedra basal del nuevo sistema, del sistema absoluto, pero basta internarse en esa ciudad de contornos imprecisos que es toda lengua para descubrir que los silencios tienen distinto significado, y que a veces se cargan de un sentido insoportable, y a veces no son nada. Los muertos no callan de la misma manera que los vivos”.

“el verdadero problema para un traductor –dijo al final- no es la distancia entre los idiomas o los mundos, no es la jerga ni la indefinición ni la música, el verdadero problema es el silencio de una lengua –y no me molestaré en atacar a los imbéciles que creen que un texto es más valioso cuanto más frágil y menos traducible, a los que creen que los libros son objetos de cristal-, porque todo lo demás puede ser traducido, pero no el modo en que una obra calla; de eso –dijo- no hay traducción posible”.

Retorno


En estas semanas este hereje ha estado ausente del blog.

No es el cansancio de escribir para nadie lo que motivó mi temporal desaparición (aun tengo la suficiente energía para seguir malgastando palabras), ni cuestiones relativas a la frágil salud de este servidor lo que originaron la desactualización de esta bitácora, nada de eso. Aun sigo leyendo como un animal cuando el cansancio de la rutina me suelta el cuello.

Lo importante es que he vuelto. El problema es que aún no sé para qué.

viernes, 17 de abril de 2009

Los Reyes Malditos Huérfanos

Me entero por el periódico que el francés Maurice Druon ha muerto el 14 de abril pasado.

Todos los aficionados a la novela histórica y en especial los que disfrutamos como cosacos de su saga "Los Reyes Malditos" (6 volúmenes la conforman y no hay pierde en ninguno de ellos) debemos hacer un minuto de silencio. O mejor aún, tomarnos un trago y desearle un buen viaje (a donde quiera que vaya).

martes, 14 de abril de 2009

FELDENE 40 mg

Había planeado cuidadosamente cómo embriagarme en mi fiesta de cumpleaños. Las botellas estaban delicadamente ordenadas por tamaños, colores y sustancias. El hielo y los entremeses sólo eran un pretexto para dar cuenta -mas temprano que tarde- de aquellos líquidos virtuosos.
Iba recibir mis 36 años como si aún estuviera en la universidad y los días previos y posteriores al 12 de abril eran una confusa niebla que se difuminaba entre los efluvios alcohólicos míos y de mis compinches de siempre. La semana pasada nunca sería más “tranca”.

Sin embargo, al amanecer del viernes santo -10 de abril- se insinuó la catástrofe. Un ligero dolor en el pie izquierdo anunciaba que la maldita gota (‘enfermedad de mierda’ la llamo cariñosamente) tenía reservado para mi cumpleaños planes distintos a los ya hechos. Quise restarle importancia a los molestos hincones que daban cuenta de mi maltrecho pie -no sé porqué pero me va bien eso de ignorar el dolor, no lo aguanto como valiente, simplemente lo ignoro, está ahí, pero que se joda, no le hago caso y a otra cosa mariposa-. Molesta de seguro por mi desprecio, a la noche de ese día, mi amante gotosa, esa que se encarga de depositar pacientemente en mis articulaciones del pie uratos en forma de navajas de afeitar, me declaró la guerra. No podía caminar y si lo intentaba millones de agujas me recordaban que Descartes ("pienso, luego existo") era un cabrón que nunca había tenido dolor de muelas o ataques de gota.
.
Derrotado y contrito, acudo al telefóno y como quien ordena una pizza requiero de una farmacia mi droga favorita en estos tiempos: Feldene 40 mg, inyectable; una solución acuosa y amarilla que me reinvindica frente al demonio de las mil uñas. Veo a la portadora del cóctel milagroso con desconfianza, parece que nunca ha ejercido de técnica en enfermería. Me pregunta si alguna vez ya me he puesto esa inyección y respondo afirmativamente mientras quiero salir corriendo despavorido, no vaya a ser que media aguja se quede clavada en mi nalga y aparte de no poder caminar no podré sentarme. Aguanto estoico la arremetida y siento el tibio líquido que baja por mi pierna izquierda, aliviando mi dolor. En mi imaginación miles de guerreros amarillos desalojan a aquellos diablitos punzantes que vienen a joderme la existencia. El problema es que nunca me gustaron las agujas y son tres las dosis -una diaria- que debo recibir para ganar la batalla.
.
El sábado 11 -el gran día programado- cancelo todos mis planes y digo a mis escasos amigos que para otro día será. Contra el pronóstico médico, abro una botella de whisky, me sirvo una ración generosa con hielo, enciendo mi Ipod en sesión aletoria (algo bueno debe haber en esos 80 gb de música) y me pongo a repasar mi vida en technicolor. De pronto, mis reflexiones se ven interrumpidas por mis dos hijas: la mayor me entrega como regalo un dibujo en tercera dimensión donde se me ve con una torta en la cara y la menor me reclama con sonrisas desdentadas desde su silla mecedora. Mi mujer y mi mamá se unen al grupo y comenzamos a conversar de todo y nada. Las horas van transcurriendo y la botella se va vaciando. El reloj ya anunció las doce y el dolor va desapareciendo o camuflándose entre los vasos de whisky. Besos, abrazos y parabienes de todas las mujeres que pueblan mi vida.
No me imagino un mejor cumpleaños...

domingo, 22 de marzo de 2009

Mañanas de Domingo

Hoy es domingo a la mañana. Por la hora debería estar durmiendo o preparándome para asistir a las clases de maestría en Gobernabilidad Democrática de la cual soy becario. También podría estar preparando el desayuno para mis tres mujeres (mi mujer y mis dos hijas), las cuales -casi literalmente- me quitan el sueño. Digo en condicional, porque en realidad no estoy haciendo ninguna de esas cosas.

Hoy domingo estoy en el aeropuerto esperando que un avión me lleve en media hora a la cálida (por decir algo amable) ciudad de Puerto Maldonado. Tengo trabajo que hacer. Me molesta irme. Dejo a mi hija mayor con sus reclamos filiales ("no pasas tiempo con nosotras" "qué buena vida") y mi mujer reprueba discretamente -y ayer no tanto- mis continuos viajes. De consuelo me llevo la sonrisa de mi hija menor desprovista aún de dientes. Me olvidé decirles como despedida cuánto las quiero.

Hasta más tarde, cuando -ojalá- pueda escribir unas cuantas líneas más, esta vez a 40 grados a la sombra.