lunes, 28 de enero de 2013

El poeta que amaba la vida

Antonio Cisneros en la caricatura de Carlín

Gustavo insistió que fuera. No quería hacerlo. El centro de Lima -en especial en verano- es algo que suelo evitar si puedo hacerlo. Sin embargo, cuando mencionó una exposición sobre Antonio Cisneros no tuve argumentos para resistirme. Uno de nuestros mayores poetas. Aquel que conocí -por sus libros- desde la universidad. Acepté y trepé en un taxi. Cuando salí, con el corazón hecho un nudo, el calor y el endemoniado tráfico ya no importaban.



La exposición se llama "El poeta que amaba la vida" y está organizada por la hija del poeta, Soledad Cisneros. Se exhibe en el Centro Cultural Inca Garcilaso de la Cancillería. Es una recopilación de fotos, textos y poemas de y sobre Antonio Cisneros. De sus objetos personales, los juguetes que coleccionaba, sus agendas donde anotaba algunas ideas dispersas que luego se convertirían -seguramente- en poemas o crónicas.




  Como todo en el mundo de la poesía, en la exposición cada uno debe de encontrar su particular sintonía con las imágenes que pueblan los textos, con la sincopada armonía de las palabras elegidas. Antonio Cisneros fue, sin duda alguna, uno de los mayores artesanos de la palabra escrita en la larga tradición de poetas que tiene el Perú. Su partida fue dolorosa, pero aun nos quedan sus libros. Visitarlos y leerlos de vez en cuando es, sin duda alguna, uno de los mayores homenajes que podemos hacerle.



Imágenes de los artículos personales del poeta

La exposición me alegro el día.
Estuve inusitadamente contento mientras de regreso paseaba por Quilca buscando algunos libros del poeta que me faltaban. No encontré todos los que buscaba, pero aun así la sonrisa boba no se me borraba del rostro.




Después, almorzando en el Cordano -insuperables los tallarines verdes con bistec apanado-, creo que no le agradecí suficientemente a Gustavo que haya insistido en que fuera. Gracias maestro, te debo una. El sábado nos la cobramos.


domingo, 27 de enero de 2013

Antes o después


De un modo o de otro, algunos amigos -conocidos y desconocidos- me han hecho caer en cuenta que esta pequeña bitácora ha estado desatendida y olvidada ya por mucho tiempo.

Y es que cuando uno quiere, puede encontrar excusas para (casi) todo. El trabajo, el tiempo, los estudios, o, más sinceramente, el puro y sencillo desgano. El miedo a acercarse (de nuevo) a la hoja en blanco y no saber qué esperar, a qué nuevos demonios enfrentarse. Esa extraña sensación de alteridad, de ser otro mientras las palabras, ideas y sensaciones van fluyendo, adquiriendo forma de la nada. Es un placer extraño. Mezcla de goce y dolor.

El tiempo (sobretodo en la época que corre) pareciera que transcurre más de prisa. Ahora ya (casi) nadie escribe en blogs. Sepultado por las inmediatez de las demás redes sociales (Facebook, Twitter), el discurso (más o menos) pensado y articulado ha dejado de tener algún interés. No existe demanda, por lo tanto la oferta ha expirado.

Decía el viejo Borges que es de caballeros siempre luchar por causas perdidas. Yo no soy caballero ni mucho menos (carezco de talento y voluntad para serlo), pero a Borges hay que creerle, así que emprenderé mi personal cruzada. Imagino que estará condenada al fracaso, será inútil. O quizás no.

Entonces, y a contracorriente de la coyuntura, vuelvo por estos lares (cibernéticos). Ahora escribiré por puro gusto, para mí. Para mí y las tres o cuatro personas que alguna vez me lo pidieron.

Ahí vamos.