jueves, 20 de marzo de 2008

Amor en los Tiempos de Hollywood

Es un lugar común señalar que cuando grandes libros son llevados al cine siempre fracasan en su intento. Sin embargo, tal sentencia, dotada a veces de un tinte de soberbia por aquellos lectores de las obras originales, nunca fue más acertada para describir la película que aquí nos ocupa.


El Amor en los Tiempos del Cólera es una de las novelas más entrañables de Gabriel García Márquez. Sin ser tan audaz y totalizadora como su antecesora Cien Años de Soledad, aborda magistralmente el tema de los amores contrariados, aquellos que -por alguna razón u otra- se quedan en el camino, inconclusos y anhelantes, aguardando inútilmente una oportunidad que nunca tendrán. Florentino Ariza y Fermina Daza son los protagonistas de un amor que trasciende el tiempo y corrige el destino. La larga espera no es un problema y tampoco el matrimonio de Fermina, pues el amor que alimenta y preserva Florentino es de una lealtad a prueba de todo y no hallará consuelo hasta verterlo en el objeto de sus arrebatados desvelos.


La espera es casi interminable y son más de 50 años los que tuvo que aguardar la pareja para ver por fin materializado su amor inconcluso. Entretanto, cada uno de ellos vivió una vida paralela lo mejor que pudo: Florentino saltando de cama en cama tratando de curar el dolor que la pérdida de Fermina supuso y Fermina siendo la fiel esposa y abnegada madre de los hijos de Juvenal Urbino. Lo real maravilloso de la prosa de Gabo no desentona con esta mágica historia que se cuenta como una de las mayores del nobel colombiano y de la literatura de hispanoamérica toda.

Hasta aquí el libro. Los problemas empiezan en la película y su trama desatinada. Para empezar el idioma en que se desarrolla (en inglés -Love in the Times of Cholera- hasta el título es horrible) que resulta siendo una concesión a hollywood demasiado excesiva. Javier Bardem es un Florentino Ariza demasiado lúgubre y llorón (jamás nadie le hubiera dado un Oscar por esta actuación) que no llega a entender del todo lo que ocurre con su destino y va lamentándose de su existencia por las esquinas. De pronto -y sin que el espectador sepa cómo y porqué- se convierte en un Don Juan exitoso que llena su cama con casi todas las mujeres del pueblo (lo que en la película no se comprende, pues con esa caracterización de Florentino lo más que podía aspirarse es a pagar por compañía). La italiana Giovanna Mezzogiorno convierte a Fermina Daza en poco menos que una estatua de mármol. Fría y distante, sin carácter alguno, no llegamos a entender cómo alguien puede quererla y esperarla por tanto tiempo (salvo esos ojos alucinantes que Dios le dió, todo lo demás parece impostado, hasta su amor a Florentino). Solo algunos personajes secundarios se salvan (un correcto Benjamin Bratt interpreta a Juvenal Urbino) y la fotografía de la película resulta siendo lo más rescatable de los 139 minutos -excesivos para contar tan poco- que dura la trama. Mike Newell y Ronal Harwood son los gringos que fungen de director y guionista de este esperpento y que echan a perder una tremenda e inolvidable historia de amor.

Sin embargo, no debemos pedir peras a los olmos. Jamás película alguna logrará transmitirnos el inicio del libro más querido de Gabito: "Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados".



domingo, 16 de marzo de 2008

La Ciudad y sus Bloggers


Estaba por no escribir nada hoy. Así de haragán y flojo anduve este fin de semana (despatarrado, viendo películas y tratando de leer los periódicos y no sólo ojearlos -de atrás para adelante, como debe de ser-). Sin embargo, por casualidad, tropecé con los fines de semana de mis queridos amigos Puñalón y No Future, agobiados y cansados de los años que transcurren más rápidos de lo que debieran y de una ciudad que jamás fue de los reyes y siempre de los plebeyos. Así también me entero que quizás hoy es el cumpleaños de No Future (y digo casi pues no lo sé con certeza, mi rebeldía ante las agendas eléctrónicas y demás aparatejos me parece estúpida en estas circunstancias): si es así, desde aquí un abrazo y ojalá que Dios -o quien sea, da igual- reparta suerte y menos pastillas, y si no, pues igual va el abrazo y el cariño, que siempre será sincero.

Pensaba en todo esto y en el tiempo que no vuelvo por Lima y poderme tomar un trago con amigos tan queridos (aunque tengo un pánico tremendo por su tránsito y desvíos infernales, ahora que a todo el mundo se le ha dado por arreglar las pistas para que los gringos del APEC las vean parchadas y poco después se vuelvan a ir a la mierda). En fin, pensaba en Lima y la parte de mi vida que está allá y como a veces me dan ganas de regresar -porque a todos nos invade un poco la nostalgia y también la desesperanza- pero, por ahora y sabiendo lo que me espera, me las aguanto.
(Creo que No Future y Puñalón deberían darse una vuelta por aquí. Después de una tarde contemplando el paisaje arriba expuesto, uno se reconcilia con Dios -o con quien sea, da igual).

Luna


Cielo Estrellado

Cielo estrellado
y yo aquí abajo
más solo que la luna

(Gastón Agurto, Comer Carne Humana)

* Fotografía: Santuario del Señor de Huanca, San Salvador, Cusco, 4:30 pm.

sábado, 8 de marzo de 2008

Oración de Antonio Cisneros


Antonio Cisneros fue siempre un poeta incomprendido.

En los '70 nadie podía entender que la poesía no fuera comprometida, revolucionaria. Cisneros, terco, se zurró en la noticia y únicamente siguió su propio canon. Lo acusaron de todo, le dieron con todo, pero daba igual. Secretamente sonreía. Sabía que sólo la poesía perdudaría.

Su antología personal de bolsillo* (reeditada después de 18 años) siempre es una buena noticia.

ORACIÓN
Qué duro es, Padre mío, escribir del lado de los vientos,
tan presto como estoy a maldecir y ronco para el canto.
Cómo hablar del amor, de las colinas blancas de tu Reino,
si habito como un gato en una estaca rodeado por las aguas.
Cómo decirle pelo al pelo
diente al diente
rabo al rabo
y no nombrar la rata.

*CISNEROS, Antonio (2007): Propios como Ajenos. Antología Personal. Lima, Ediciones Peisa S.A.C, segunda edición, 1,500 ejemplares. 277 páginas.

Cumpleaños Lejano


El día de ayer cumplió años un querido amigo.

Recuerdo que en la universidad aguardábamos impacientes los cumpleaños de la mancha (con él empezábamos el año) para guarecernos en la amistad, nuestra música preferida y abundantes botellas de cerveza. Era el justo pretexto para emborracharnos y celebrar todos juntos un año más de andanzas, estudios y risas.

El tiempo pasó, terminamos la universidad y nuestro grupo fue desintegrándose por causas naturales. Algunos viajaron a prolongar en Miami o New York el sueño de estar en Lima, otros se casaron y dejaron crecer un poco más de la cuenta la barriga. Yo me vine a instalar en el Cusco, buscando una Paz de la que estoy orgulloso y que ahora tiene 6 años. El continuó estudiando tercamente el alemán (lengua endiablada a decir de Vargas Llosa) y consiguió, al fin, lo que siempre anheló: estudiar en Europa. En fin, a todos nosotros los años nos cambiaron un poco.

Desde esta Hoguera un fuerte abrazo a D., que la cerveza nunca se acabe y que Dios confunda a nuestros enemigos!!!!!!!!

domingo, 2 de marzo de 2008

Los Libros Prestados


Uno tiene que ser muy amigo de otro para prestarle un libro*.

Una de las razones principales es que quizás jamás volvamos a ver a nuestro querido libro y eso únicamente se lo perdonamos a un buen amigo.

Una considerable parte de mi biblioteca anda desperdigada por aquí y allá, entre amigos muy queridos pero que jamás devuelven los libros prestados (¿sí o no No Future, Puñalón y Kaiserkeller?). A algunos ya me resigné a no volverlos a ver -lo siento, espero que sean felices en su nuevo hogar- a otros, aun guardo la secreta esperanza de organizar una incursión armada a bibliotecas ajenas y recuperarlos a sangre y fuego, cueste lo que cueste -la esperanza es lo último que se pierde-.

El hecho es que hace algunos meses conocí por estas tierras a un compañero de estudios de las épocas universitarias. Es de unas cuantas promociones anteriores a la mía y por eso no nos conocimos formalmente en la universidad (era imposible en esa facultad de derecho, con tres turnos de estudios y miles de viandantes de aquí para allá). Sin embargo, estuvimos cerca por amigos y empresas comunes: participó en la heroica empresa de sacar adelante 'El Jurista' (una de las primeras revistas serias de nuestra facultad) y también conformó uno de los primeros grupos -dinosaurios les llamábamos- que intentó hacer de nuestra facultad una verdadera universidad. Rosendo se llama y es el único tributarista honesto y leído que conozco.

Rosendo me prestó hace unas semanas un libro interesante sobre el día a día de la Segunda Guerra Mundial** y sobre cómo ese conflicto desató un duelo mental -acaso más poderoso y con decisivas consecuencias- entre los líderes de las potencias mundiales envueltos en la guerra: Churchill, Roosevelt, Hitler y Stalin. Como casi nunca antes el mundo fue un inmenso tablero de ajedrez y estos 4 personajes entablaron una feroz partida donde se jugaron el todo por el todo.

La pregunta es: ¿devolveré el libro prestado?

* No aconsejo la adolescente técnica de prestar libros a la chica que nos gusta, generalmente nunca los leerá y terminarán arrumados con la ropa sucia y los periódicos viejos.

** BERTHON, Simon y POTTS, Joanna (2007): Amos de la Guerra. 1939-1945. El Corazón del Conflicto. Bogotá, Ediciones Destino S.A. 487 páginas.

Las Tumbas de los Otros


Cuando visité la tumba del poeta Javier Heraud dije que una de las cosas que más me llamó la atención fue el descuido del camposanto donde se encontraba.

No es que esperara un Pere-Lachaise ni mucho menos (por algo es el cementerio antiguo –y abandonado- de Puerto Maldonado) pero me encontré con más de una sorpresa.

El panteón –creo haberlo dicho también- es un enorme canchón cubierto por maleza y vegetación, lleno de animalejos rastreros (lagartijas o ratas, no tuve el valor de averiguarlo) con solo una pequeña trocha que te invita a seguir caminando para descubrir lo mal que lo pasan los muertos.

La mayoría de tumbas están enterradas al ras del suelo (nada de pabellones de concreto ni ataúdes de madera que restrinjan el contacto con la naturaleza). Los pocos sepulcros construidos que existen están violentados e ignoro si por acción de la inclemente selva que nada respeta o por el sacrilegio de irrespetuosos ladrones que buscan sabe Dios qué en ellas (lo cierto es que al verlos así, despanzurrados y abiertos al sol, los esqueletos parecieran que pugnan por escapar de su prisión de ladrillos y cemento).

Una sola cosa me hizo sonreir en aquel abandonado lugar. La tumba que ven abajo pertenece a alguien que murió en 1973 -el año en que nací- y cuando llegué a la mañana muy temprano y era el único visitante, tenía servido -aún caliente- el plato de comida favorito del difunto: arroz con frejoles y pescado frito. Aún no estaba terminado e imagino que el muerto esperaba que me fuera para poder acabarlo. De seguro no quería compartir.

Amor constante más allá de la muerte, que le dicen...